“Me duelen
las partes con las que antes jugaba” dice un célebre poema. De adolescente
solía tomar como entretenimiento las canciones de George Moustaki, pero hace
días, en una reunión en Guadalajara, las composiciones de este genio de los
escenarios me dolieron como un déjà vu
que cimbró mi corazón ya maduro.
En la
tarima improvisada de cierto jardín doméstico una intérprete profesional se
esmeraba en leer la partitura y la letra del legendario compositor francés. La
lamparita de luz fría instalada en el atril la orientaba con dificultad hasta
que titubeó sin remedio en el estribillo que yo sí aprendí durante mi infancia
a costa de escucharlo cada domingo por las mañanas: “Et pourtant dans le monde/ Les enfant nous répondent / Et pourtant
dans le monde…”
No podía
saber la intérprete (joven y ajena al norte de México) que la canción de
Moustaki es el tema con el que abría el programa dominical en el canal 2 de
Monterrey, conducido por Gilberto Marcos. Los acordes de guitarra se volvieron
un éxito entre los regiomontanos de entonces y el LP importado de Francia se
agotó muy pronto en las tiendas de discos. Iluminado su rostro a medias por la
lamparita del atril la intérprete se me quedó viendo indiferente, como jugando
con esas partes del recuerdo personal que a otros sí nos duelen.
No podía
saber ella que entonces gobernaba aquí un político de la vieja guardia llamado
Alfonso Martínez Domínguez. Y que por aquellas prácticas propias de los
mandamases de antaño alguna vez se le ocurrió regalar unas lámparas a los
representantes locales de comunicación. Ciertos periodistas le agradecieron el
gesto pero Gilberto Marcos ironizó sobre el regalo al aire y en horario
estelar. Una semana después le cortaron los patrocinios oficiales al Canal 2.
Así se las gastaban en Nuevo León los políticos contra los medios masivos de
aquellos días. ¡Cuánto se han invertido las cosas desde entonces!
En su
canción, Moustaki se queja de las prédicas que le aconsejan no cantar la
fraternidad ni la libertad; que le reprenden por soñar en vez de mantener los
ojos abiertos y por hablar sobre el amor como si existiera; que le recomiendan
mejor callar o mentir y mantener la sonrisa hipócrita. “Et pourtant dans le monde…” les responde el fraterno, soñador y
eternamente amoroso Moustaki.
Le conté
estos recuerdos a la joven intérprete. A través del cantautor griego/francés,
Gilberto Marcos respondió sin querer a las extorsiones del poder político en
forma de lámparas de regalo oficial; únicos aparatos eléctricos que en vez de
iluminar pretenden arrojar sombras y tinieblas a la libertad de expresión.
1 comentario:
Muy buena historia, como para contarla a todos los regios de más de 50 años, como yo... Me acuerdo mucho de esa canción y hasta ahorita sé como se llama, también de Moustaki me gusta mucho ma liberté, saludos y gracias por compartir esta historia regia
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