03 marzo 2013

SILVANA Y SU CORAZÓN DE ALFILERES


Escena uno: El ex novio de Silvana es uno de los hijos del ex Presidente Luis Echeverría. De los hermanos es el más bajo de estatura y el único entre ellos que de verdad aprecia el arte. Quizá por eso se enamoró de Silvana. Esta rubia, de origen bretón, es muchos años menor que él y de joven fue su alumna en el Claustro de Sor Juana.

A Silvana le dolió hasta el alma romper con su novio y sufrió como sólo saben hacerlo las francesas: posponiendo su suicidio inminente un día sí y otro también. La conocí porque quiso venderme dos litografías de Salvador Dalí con motivos bíblicos, pero no le llegué al precio. Me dijo que las dos obras fueron el último regalo que le hizo el hijo de Echeverría y que luego, por despecho, remató.

Ella me contó esta historia, salpicándola adrede con frases en francés y me pidió que la hiciera pública, porque los franceses guardan normas de etiqueta pero no de pudor. Comenzó a asistir a los mítines conmemorativos del dos de octubre desde que se enteró que su ex suegro fue uno de los involucrados.

Escena dos: En una glorieta de la avenida Obregón, cerca de Casa Lamm, Silvana vendía obras de arte, como los Dalí bíblicos. Me mostró un collage suyo: enmarcado en terciopelo, pegó un corazón bordado con hilos gruesos, acribillado por alfileres con cabeza de distinto color, para representar las veces que cada ex novio la lastimaba. Los de cabeza azul representaban al hijo de Echeverría y eran los más abundantes: uno por cada herida que le causó. “Aquí, en una orillita del corazón – me dijo coqueta- hay espacio para los alfileres tuyos”. Yo no le respondí. Se notaba que no era feliz.

Escena tres: Nunca me aclaró Silvana hasta donde sabía el hijo de Echeverría la complicidad de su padre en la matanza estudiantil. Pero llegó a acompañarla a algunos mítines. Me dijo que en el atrio de la iglesia de Tlatelolco incluso lloraron los dos. Ningún hijo es culpable de los pecados que comete su padre. Pero él bien pudo preguntarle al suyo. Y no lo hizo. O lo calló. Silvana me contaba estas cosas mezclando francés y español. Se reía pero no era feliz.

Escena cuatro: Desde entonces comencé a investigar el origen de los grabados bíblicos de Dalí que vendía Silvana. Fui con expertos y dealers de arte. Por fin me reveló el misterio el hijo de Carlos Payán, dueño de un taller de grabados a espaldas de Plaza Loreto, en la ciudad de México. Se trataba de ilustraciones arrancadas de una Biblia adornada con un centenar de litografías de Dalí; edición limitada a cien ejemplares de la editorial Rizzoli, en Milán, y que regaló el rey Juan Carlos (entonces príncipe) a don Luis Echeverría. Yo le conté todo a Silvana. Para entonces, ella ya se había ido a susurrar palabras en francés a otro pretendiente.

Escena cinco: A Silvana la perdí de vista y se llevó su corazón acribillado con alfileres, sin espacio para ensartar los míos. No supe más. Hasta que cierta mañana llegó a mi casa un paquete con su nombre de remitente. Presentí que sería una de las litografías bíblicas de Dalí. ¡Cuánta amabilidad! Abrí la caja: era el mismo corazón enmarcado en terciopelo, acribillado con alfileres, pero ahora con una frase bordada en francés que a duras penas pude leer: “Ya soy feliz”.

(Publicado en Milenio.com)

1 comentario:

Anónimo dijo...

A partir de hoy soy fan de éste blog. Que bonito esta!.