02 marzo 2013

BALADA DE LA AMANTE TRISTE



Dime cuantas preguntas me harás para saber cuántas mentiras te contestaré. A las amantes de los poderosos, las que no toman whisky porque no aprecian el reposo de la buena plática, les gusta mentir y que les mientan. No se crea que por maldad o saña (que también); lo hacen para afirmarse la mentira que es la vida que llevan. Fingen su edad, falsean sus horarios y rutinas; exageran las horas de pilates, ocultan cosas a su amante; meten en el closet al amor prohibido. Dicen que toman whisky pero añoran el ron.

Ella acepta mi entrevista en el sushi bar para contarme su ascenso social; comenzó sus éxitos cuando sorprendió a su primera pareja con otra. La engañó en su propia casa, sobre el colchón de su alcoba, tomando un whisky que les supo a lujuria, aunque nada más veían televisión. Desde entonces ella dice que toma whisky pero añora el ron.

Enciendo la grabadora y me cuenta sus relaciones sentimentales (es un decir) con docenas de amantes fortuitos. No por venganza sino por el prurito de saber a qué sabe la ambición. Le proveen la bolsa Louis Vuitton, los aretes Carolina Herrera, el reloj Cartier, la mascada Hermes, la imagen coja de vampiresa que a veces se le chorrea junto con el tinte del cabello las tardes de lluvia.

Su travesía por el desierto duro lo que un parpadeo: gracias a su amante político montó su primer negocio. Esto no me lo dijo; lo intuí en sus ojos y en sus ademanes de nueva rica.

--¿Puedo preguntarte algo muy personal?

--Dime cuántas preguntas me harás, para saber cuántas mentiras te contestaré.

Juguetea con el vaso whiskero. Paladea sus alcances comerciales. El regusto a profesionista exitosa se le disuelve en cada hielo que mordisquea.

--¿Cuánto has avanzado con tu nuevo amante?

--Me expando por mí misma, no gracias a nadie. Me estoy comiendo el mundo.

-- Más bien a sus habitantes, sector masculino.

La imagino publicando libros motivacionales contando su verdad: “comencé a triunfar cuando sorprendí a mi pareja viendo televisión con su amante. ¡Venganza es el nombre del juego! Sea vengativo, lector de este libro de superación personal, y el coraje será la adrenalina que lo empuje a actuar, el litio que le de cordura, las feromonas que lo tornen sexy, el veneno que lo mate al final”. ¿Conoces tú las propiedades de la venganza? Son infinitas, como la arena del desierto.

--A ver: ¿cuántos años tengo?

Calculo treinta y dos. Mido los surcos de su rostro, la incipiente papada y la ansiedad que padecen algunas mujeres por aparentar menos edad. Reviso sus manos y aventuro la cifra. Se le inflaman los mofletes de indignación. Añado, en desagravio suyo, que ganar un sitio en los negocios le redujo el vientre, le alisó la frente rugosa, le puso los senos en su lugar.

--Soy una profesionista exitosa.

--Lo se y te doy mi pésame.

A lo largo de su vida, la entrevistada ha logrado tres veces lo que en el póquer se conoce como Royal Flush o Escalera Real, una jugada casi imposible: deben salir los cinco naipes más altos del mismo palo. La primera jugada milagrosa le salió al rebelarse contra el acostón televisivo de su pareja. La segunda al conocer a su amante político. La tercera cuando inició su negocio. Royal Flush: gancho al hígado con cinco naipes.

--Me gusta tu metáfora.

Toma un sorbito de whisky que en realidad no le agrada porque prefiere el ron. Se vanagloria de cómo subió cada peldaño de la Escalera Real. Igual la admirará algún lector. Bien instalada en la cresta de la sociedad, como adoptando poses de ejecutiva, a la moda sport los domingos por la tarde, pantalón a la cadera True Religion y blusa Juicy Culture. Pero a la postre sus amantes la habrán abandonado.

--Yo los perdono a todos.

--Mejor perdónate a tí misma.

--¿Qué me perdono? ¿Ser exitosa? ¿Atraer a los políticos? ¿Cuál de mis tres Royal Flush me perdono para que estés contento?

Dime cuantas preguntas me harás para saber cuantas mentiras te contestaré. De entrada, podría perdonarse sus neurosis de amante porque los remordimientos no la dejarán dormir.

--Yo duermo muy bien.

--Cualquiera, con un Tafil.

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