Uber es una
aplicación para dispositivos móviles. No es un servicio de taxi concesionado.
Cuando los sindicatos o permisionarios pidieron que Uber se sometiera a la
regulación vigente, pidieron reglamentar la nada. La neutralidad de la red
impide que la autoridad pública pueda meter mano en cualquier aplicación de
smarthpone. Igual pasa en el caso de Uber, por más marchas, estrangulamientos
viales y demás medios de presión que emprendan los sindicatos obreros.
Pero si Uber no
puede regularse, tampoco puede reconocerse legalmente mediante iniciativas para
modificar la Ley del Transporte. El anverso sólo existe si hay reverso. ¿Cómo
quiere entonces Luis David Ortiz, legislador independiente del Congreso local,
considerar a Uber dentro del sistema de transporte privado de Nuevo León?
El mismo error de
Luis David Ortiz lo comete el Gobierno del Distrito Federal. ¿Cómo quiere
Miguel Mancera regular una aplicación de smarthpone que trasciende países y a
la cual puede sumarse cualquier permisionario de taxi, sin excepción? Sería
como si SCT pretendiera normar Whatsapp o Telegram y legalizarlos en el mismo
rubro del servicio de mensajes de Telcel.
Por eso, flaco favor
le hace la Comisión Federal de Competencia Económica (Cofece) a Uber y otras startups
parecidas como Cabify, reconociendo los servicios de estas “empresas de
transporte eficiente”. Para empezar, ni Uber ni Cabify son empresas de
transporte eficiente ni deficiente, simplemente no son empresas de transporte;
son aplicación para mejorar la coordinación entre conductores y pasajeros de
estos medios de movilidad urbana. No registran a conductores como taxistas,
sino como vehículos de renta con conductor. Esta diferencia es más que
semántica.
Ahora bien, cabe
reconocer que el criterio jurídico que ubica a Uber no fuera de la Ley, sino al
margen de cualquier legislación, se ha respetado en México más que en otros
países aparentemente democráticos. Alemania, por ejemplo, ha decidido prohibir
el uso de Uber en todo su territorio (aunque con la atenuante como dejar en
libertad a Uber Black, que utiliza los ya célebres coches negros de alta
gama). En España, Telefónica ha decidido bloquear “por sus pistolas” la web de
Uber y la aplicación en los smartphones de sus clientes (aunque desbloquear
esta app es tan sencillo como volver a darla de alta en Play Market o en App
Store de iPhone).
En el fondo, se olvida que el mejor remedio
gubernamental para acabar con el nudo gordiano de Uber es no metiendo mano. Y
es que si la revolución digital comienza a abrir mejores oportunidades de
calidad de vida, ¿por qué vamos nosotros mismos a cerrarlas? No nos neguemos al
nuevo modelo de negocio en expansión denominado “economía compartida”, que ha
revolucionado el mundo empresarial. Bienvenido el futuro digital y fuera los
sindicatos analógicos.
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