Es el personaje que más odian con
similar intensidad en múltiples ciudades del planeta. El rechazo visceral en
contra suya es compartido por sindicatos, autoridades de gobierno y medios de
comunicación. Las marchas masivas para repudiarlo bloquean avenidas, autopistas
y obstruyen accesos a zonas comerciales, lo mismo en París, Nueva York, Berlín
o la ciudad de México. Las demandas legales en contra suya crecen día con día.
Sin embargo, si cualquiera de estos manifestantes lo viera frente a sus narices
no sabría reconocerlo. Si se lo toparan en uno de tantos plantones en contra suya,
difícilmente lo identificarían.
Se llama Travis Kalanick (Los
Ángeles, 1976) vive en San Francisco y es el dueño de la plataforma Uber.
Ególatra como nadie, presumido como él solo, vanidoso como el peor de lo
juniors y uno de los hombres más ricos del planeta, con un valor estimado,
según Forbes, de más de 5 mil millones de dólares. Pero no terminó sus estudios
de licenciatura, viene de una familia de clase media-baja, su hermano es
bombero, y varias veces ha tenido que declararse en quiebra para no dar con sus
huesos en la cárcel.
En 2009 creó la aplicación móvil
que cambiaría su vida, y de pasada, modificaría el servicio de transporte en
131 ciudades de 38 países, conectando a los pasajeros con los conductores de
vehículos de alquiler y de viajes compartidos, sin placas de taxi y sin pasar
por los engorrosos trámites de chofer profesional. Por lo pronto, desde hace un
año, Uber factura 20 millones de dólares cada semana y el valor de la compañía
alcanza los 18 mil millones de dólares.
Pese a esta visión de avanzada,
que lo asocia a grandes nombres de Silicon Valley como Steve Jobs (creador de
Apple), Jeff Bezos (creador de Amazon), o Larry Page y Sergi Brin (creadores de
Google), Kalanick no es una perita en dulce: ha espiado a sus innumerables
críticos de prensa para según él exhibirlos públicamente, no oculta su
desprecio por las mujeres (es un misógino de lo peor), y no ha dudado en
incrementar las tarifas de Uber a sus clientes, en horas pico y en caso de
huracanes y demás siniestros climáticos.
Las versiones a favor y en contra de la startup de Kalanick abundan en Internet, pero nadie ha señalado quién es su principal enemigo, por encima de los permisionarios y sindicatos de taxis. Este enemigo casi mortal ha invertido millones de dólares para frenar el crecimiento de Uber, y de sus más cercanos competidores como Lyft o SideCar. Es un rival oculto en las sombras, pero tiene claro que por culpa de Kalanick (o gracias a él, según sea el punto de vista), la venta de carros en Estados Unidos amenaza con desplomarse a la mitad para finales de 2015, y en ciudades como México comienza a descender el promedio de dos coches por habitante.
Por supuesto me refiero a los
fabricantes y agencias de automóviles. Los dueños de estas compañías no sacan
la cabeza, no se exponen a linchar moralmente a Kalanick, ni emprenden cruzadas
mediáticas en contra de Uber, pero mueven los hilos globales para que esta red
de transporte, basada en lo que ya se conoce como consumo colaborativo no tenga
éxito, y su controvertido creador y dueño sea puesto contra las cuerdas;
escenario cada vez más distante porque al menos en México (y eso incluye a los
taxistas de Nuevo León) los permisionarios y sindicatos ya están doblando las
manos y pactando resignadamente con Uber.
El reto lo ha iniciado el propio
Kalanick al sugerir públicamente que es más costoso adquirir un vehículo
particular que contratar a Uber. Basta considerar los gastos de compra del
coche, tenencia, gasolina, mantenimiento, estacionamientos, depreciación del
vehículo, etcétera, que cualquier usuario evitaría con solo meter su tarjeta de
crédito a la aplicación de Uber. Así de simple.
¿Habremos dado sin querer con la
solución a tanto monóxido de carbono que contamina nuestras ciudades y al
excesivo tráfico vehicular que estrangula nuestras vías de comunicación? No lo
sabemos. Como tampoco tenemos claro a estas alturas quienes son los héroes y
quienes los villanos en esta película de la innovación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario