21 febrero 2014

LECTURAS DE VENEZUELA PARA MÉXICO

Las protestas masivas en Venezuela no se organizan en los medios masivos sino en las redes sociales. Los opositores al gobierno de Nicolás Maduro, en especial los miles de ciudadanos que acompañaron hace unos días al líder político Leopoldo López a entregarse a la justicia, se convocaron a partir de Twitter y Facebook, no mediante televisión o radio.

Pero el gobierno de Maduro responde a partir de formatos antiguos: su centro de propaganda es la televisión pública. Ahí radica su error. Acaso sea el inicio de una transición democrática de pronóstico reservado. No sería la primera vez que las redes sociales ayudan a tumbar gobiernos, aunque no sepamos aún si contribuyen a formarlos. 

Intelectuales mediático como el norteamericano Malcom Gladwell o el ruso Evegny Mozorov suponen que las redes sociales no son relevantes en los cismas de mandos de gobierno. Otros analistas como Jeff Jarvis y Jay Rosen aconsejan prudencia al calificar el peso de Twitter o Facebook en acontecimientos históricos como las recientes protestas masivas de Venezuela. 

Lo cierto es que no se puede negar la influencia de las redes sociales en estos hechos que serán parteaguas en la historia moderna de ese país. ¿Cómo se explica que las opiniones de los líderes de oposición, hasta hace unos meses dispersos y desorganizados en Venezuela, hayan permeado tan a fondo, en un par de semanas, en la conciencia colectiva? Gladwell respondería: hubo revoluciones mucho antes de que apareciesen las redes sociales. ¡Qué descubrimiento! 

Lo que no entiende Gladwell es la rapidez con que se propagan ahora las ideas libertarias. La difusión inmediata de un sentimiento colectivo es un fenómeno nuevo. Y no se puede menospreciar a las redes sociales que, en apenas minutos transmiten grandes flujos de información, con lo que la gente (en este caso una buena parte de los venezolanos), pasan de ser espectadores a participantes activos.


Así se diseminan valores compartidos que, en un clima de zozobra económica, violencia urbana y parálisis política, aunado a tecnologías sociales en expansión, se detonan como quien quita el seguro a una granada. A partir de ese quiebre social, las posibilidades de un movimiento subversivo son inminentes. Ya ocurre en Venezuela. Presiento que el país que seguirá es México, de no canalizarse el descontento de una gran parte de su población.

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