Acaba de
publicarse una réplica al polémico libro de Nicholas Carr “Superficiales: Qué
está haciendo Internet con nuestras mentes” (2010) que hace un par de años
causó furor en la blogósfera entre los detractores de este medio tecnológico.
Carr es un académico perspicaz: conoce a fondo las motivaciones de los usuarios
de Google (a quienes denomina wikicratas), pero los califica de estúpidos: en
el actual entorno de aprendizaje el típico usuario sufre de déficit de
atención, no profundiza en nada y carece de genuinos lazos afectivos.
Quien lea
el libro “Superficiales” quedará desconcertado porque es una obra digerible y
bien argumentada que llegó a ser nominada para el Premio Pulitzer en 2011. Su
autor es un investigador de la universidad de Harvard enterado y sensible. Pero
en todos sus puntos de vista sobre el mundo digital se equivoca casi de cabo a
rabo. Su tesis es insostenible. Y es que, pese a tener razón en el sentido de
que un aparatito llamado iPhone o Galaxy no nos redime de nuestras limitaciones
mentales, tampoco podrá achicharrar
tarde o temprano la cabeza de jóvenes y adultos.
El problema
es que libros tan endebles como el de Nicholas Carr son inmediatamente inmediato traducidos al
español, vaya uno a saber por qué, y otras obras más sólidas en argumentos y
análisis se quedan en el limbo de la indiferencia. Este es el caso del ensayo
“Smarter Than You Thing” (2013) del periodista canadiense Clive Thompson, una
verdadera revelación en el mundo anglosajón, pero que en México casi nadie lo
conoce.
En cuanto a
las redes sociales, Thompson es más moderado que Carr y evita a como de lugar
el catastrofismo. Aclara sin pudores que no es un apasionado del mail, ni de
Google, ni se pasa las 24 horas del día en Facebook: este comportamiento,
cuando no tiene límites acaba por dispersar nuestra atención y enciende las
alertas internas continuas. Pero Thompson tampoco se cantea hacia el otro lado
del péndulo: incluso pide a sus lectores que dejen de preocuparse porque el
iPhone nos vaya a arrebatar la memoria. Internet es en todo caso amplifica exponencialmente
nuestra conciencia. Y eso no es malo sino al contrario.
¿En qué se
basa Thompson para decir esto? En cuatro elementos básicos que fundamenta en su
libro: las redes sociales mejoran nuestra memoria, el pensamiento deja de ser
privado para tornarse público, registra nuevos formatos para comunicarnos además del texto, como son los
videos, mutimedia, etcétera. Y finalmente la opción casi sin antecedentes
históricos de filtrar la información. El dilema para el usuario de Internet no
estriba en dónde buscar un dato, sino cual dato escoger en una constelación
abundante y compleja que podría aturdirlo.
Funes el memorioso
de Borges puede ser la peor pesadilla para un ser humano condenado de por vida
a no olvidar nada. Pero es un milagro afortunado si el memorioso se llama
Google. El Aleph puede ser el inicio de una distopía para cualquier persona que
se enfrente cara a cara a todas las cosas del universo de golpe. Pero es una
maravilla tecnológica si al Aleph se le conoce como la Web. Internet vuelve estúpida
a la gente sólo si no se participa en ella.
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