Es curioso
que en meses recientes, una buena cantidad de medianas empresas de Nuevo León
hayan adoptado la holocracia como nueva organización interna. Conocí este
modelo de negocio de última generación en el libro “Delivering Happiness” de
Tony Hsieh, creador de la celebre Zappos.com. Se trata de alcanzar rentabilidad
sin apegarse a las clásicas líneas de mando departamentales, para en vez de eso
formar fractales, es decir, unidades autónomas que no sean reprimidas por el
ego de un jefe superior. La conversión a tan innovador esquema no es fácil y
demanda un salto de enfoque muy radical, por lo que difícilmente podría
considerarse una moda efímera o baladí.
Para quien
intente experimentar las ventajas de la holocracia tendrá primero que modificar
algunas pautas mentales y de estructura piramidal bien enquistadas en el
cerebro del emprendedor nuevoleonés común. Y es que la holocracia evapora los
principios tradicionales de autoridad y distribuye la toma de decisiones en
equipos auto-organizados, a partir del consentimiento deliberado y la abolición
del control y la disciplina impuesta por la típica figura de rango superior. La
estructura termina por aplanase y, lo que es mejor, se transparenta.
Se entiende
que no todas las empresas estén dispuestas a experimentar la adopción de una
tecnología que aún no recibe la aceptación unánime en las escuelas de negocios
ni concita consensos entre los especialistas del tema. Pero espero que este 2014
esta organización en círculos, basada en roles conectados por enlaces que
aseguran su alineación con las metas de la organización, pueda dar el salto benéfico
al ámbito gubernamental.
En efecto,
sería muy sano para la gobernanza de los nuevoleoneses que la toma de
decisiones públicas ya no se asuman como el capricho unilateral de un
gobernante ególatra, montado en la punta de una pirámide desprestigiada,
mandando sólo en razón de su ignorancia y sus limitaciones congénitas a una
masa inerme de subordinados incondicionales, burócratas mal asalariados, con su
emprendimiento personal dormido o aletargado.
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