17 diciembre 2013

PARÁBOLA DEL MONJE QUE VENDIÓ SU EDECÁN

Viste una túnica de seda ceñida con una faja dorada, que le da la apariencia de un monje en vías de beatificación, de no ser porque es una celebridad en el Foro Económico Mundial de Davos. Usa barba de candado, bronceado impecable, una coleta de hippie en vacaciones y sonrisa de bon vivant: dientes blanquísimos y señas de expresión facial apenas disimuladas por la más reciente de sus cirugías estéticas en Suiza.

Una edecán le sostiene el portafolio Louis Vuitton, otra le cuida la mariconera y las gafas de sol, otra más funge de asistente suya, con iPad y bolígrafoTiffany, sólo útil para el lucimiento cool.  Son lujos personales, sí, pero bien lo valen los más de 180 millones de libros suyos vendidos en los cinco continentes, donde habla en forma de relatos y parábolas místicas sobre lo superfluo que son los bienes materiales y la bondad eterna de los espíritus desinteresados. Se llama Paulo Coelho y para la mayoría de los lectores en casi todas las lenguas es mejor escritor que Gabriel García Márquez.

Sus libros de autoayuda, comenzando por ese portento de prosa santa titulado “El alquimista”, son equiparables a “Las mil y una noche”, en versión Twitter. Claro, como todos los genios, tiene sus detractores (¡se vive en un mundo de mezquindad!). Uno de ellos escribe la columna Zona Pública y osa comparar los estímulos motivacionales de Coelho con ingerir un shot de tequila en un antro: pega duro un instante, parece quemar la tráquea del valiente y luego se va con la orina en cualquier baño público.

Pero Coelho nos ha heredado verdades de altas repercusiones bíblicas: ¿para qué la disciplina, la constancia, el esfuerzo de aprender a fondo una materia, si basta con vivir once minutos de motivación intensa? ¿Para qué ser un simple profesional si se puede ser un gran motivado? ¿Para qué entrar a la universidad, terminar una carrera, elegir una maestría, si se puede ser un “guerrero de la luz” y con eso escalar la “quinta montaña” y hallar lo más importante en la cumbre que es “nuestro destino”?


Ignoro cual será el destino de las edecanes de Paulo Coelho si un día Dios se lleva a nuestro maestro espiritual a intercambiar con él, en el cielo, sus mutuas e infinitas sabidurías. Las pobres andarán dándose de tumbos en el mundo como pollos sin cabeza. Acaso terminen cargando el portafolios, las gafas de sol, el iPad y el bolígrafo a uno de tantos gurúes farsantes que escriben pendejadas como si fueran preclaras iluminaciones divinas. Mejor la muerte que ese futuro sin honra ni metas trascendentales: no quisiera dar pie para imaginarlo siquiera.

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