16 octubre 2013

DIAGNÓSTICO DE LAS SAMPETRINAS


Las mujeres de San Pedro suelen levantar barricadas hormonales frente a todo: la edad, la vejez, el tiempo. La belleza personal preocupa a cada sampetrina sobre todo a las jóvenes, porque ya de mayores les importa menos, sobre todo cuando se les va cayendo por gravedad lo que antes estuvo arriba.

Me lo dijo una vez una amiga de San Patricio entrada en años:

–A partir de los cincuenta nos volvemos invisibles para los hombres.

No estoy de acuerdo con ella. También ya de mayores, los hombres nos volvemos invisibles para las mujeres. Ambos sexos luchamos contra la muerte; está en la dinámica de la especie, pero esta lucha es más evidente en ellas. Los hombres andamos en la lucha contra los despidos laborales, contra los bajos sueldos, contra los impuestos y distraídos con todas estas ínfimas batallas que alegran nuestra vida, cumplimos años sin darle importancia y nunca nos hacemos viejos porque nunca hemos sido jóvenes.

En cada mujer sampetrina, en cambio, cada día que pasa es una arruga y cada arruga es un día que ha pasado. El hombre de San Pedro ha cimentado su vida en la eternidad. La mujer de San Pedro al contrario, se instala muy pronto en la fugacidad, en la tendencia otoño/invierno, lee revistas de moda y se compra lo que dicen esas revistas, porque las sampetrinas lejos de hacerse una personalidad propia, prefieren aceptar la deliciosa personalidad impersonal, múltiple, que brinda la sociedad. Así (sobre todo las más jóvenes) viajan por las estaciones ligeras de equipaje.

A los hombres sampetrinos los puede pescar el cáncer de próstata jugando al billar. A las sampetrinas las pesca el cáncer en una revisión de mamas, pues las mujeres modernas siempre se están revisando la mama, la celulitis, el colágeno, como antes se revisaban hasta el alma en los confesionarios. Ahora han dejado un poco de lado al confesor de la Iglesia de Fátima porque ya no es moda confesarse.

Le conmueve a uno esa levedad de las sampetrinas. Aprecio a las que tienen o han tenido una enfermedad, que es un pecado del cuerpo, nunca del alma. Porque la sampetrina lo engloba todo en lo mismo y lucha con igual denuedo por defender una pestaña que por defender su biografía completa. Lucha y eso es lo importante.

Llevan ellas sin dramatismo la guerra de las hormonas o la guerra del colágeno, porque para la hembra todo entra en un tratado de belleza. Incluso cultivar la inteligencia es para ellas señal de belleza. Parten de la belleza para enfrentarse a la muerte y así no hay manera de que pierdan la sonrisa.

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