Las
mujeres de San Pedro suelen levantar barricadas hormonales frente a todo: la
edad, la vejez, el tiempo. La belleza personal preocupa a cada sampetrina sobre
todo a las jóvenes, porque ya de mayores les importa menos, sobre todo cuando
se les va cayendo por gravedad lo que antes estuvo arriba.
Me
lo dijo una vez una amiga de San Patricio entrada en años:
–A
partir de los cincuenta nos volvemos invisibles para los hombres.
No
estoy de acuerdo con ella. También ya de mayores, los hombres nos volvemos
invisibles para las mujeres. Ambos sexos luchamos contra la muerte; está en la
dinámica de la especie, pero esta lucha es más evidente en ellas. Los hombres
andamos en la lucha contra los despidos laborales, contra los bajos sueldos,
contra los impuestos y distraídos con todas estas ínfimas batallas que alegran
nuestra vida, cumplimos años sin darle importancia y nunca nos hacemos viejos
porque nunca hemos sido jóvenes.
En
cada mujer sampetrina, en cambio, cada día que pasa es una arruga y cada arruga
es un día que ha pasado. El hombre de San Pedro ha cimentado su vida en la
eternidad. La mujer de San Pedro al contrario, se instala muy pronto en la
fugacidad, en la tendencia otoño/invierno, lee revistas de moda y se compra lo
que dicen esas revistas, porque las sampetrinas lejos de hacerse una
personalidad propia, prefieren aceptar la deliciosa personalidad impersonal, múltiple,
que brinda la sociedad. Así (sobre todo las más jóvenes) viajan por las
estaciones ligeras de equipaje.
A
los hombres sampetrinos los puede pescar el cáncer de próstata jugando al
billar. A las sampetrinas las pesca el cáncer en una revisión de mamas, pues
las mujeres modernas siempre se están revisando la mama, la celulitis, el colágeno,
como antes se revisaban hasta el alma en los confesionarios. Ahora han dejado
un poco de lado al confesor de la Iglesia de Fátima porque ya no es moda
confesarse.
Le
conmueve a uno esa levedad de las sampetrinas. Aprecio a las que tienen o han
tenido una enfermedad, que es un pecado del cuerpo, nunca del alma. Porque la
sampetrina lo engloba todo en lo mismo y lucha con igual denuedo por defender
una pestaña que por defender su biografía completa. Lucha y eso es lo
importante.
Llevan ellas sin dramatismo la guerra de las hormonas o la
guerra del colágeno, porque para la hembra todo entra en un tratado de belleza.
Incluso cultivar la inteligencia es para ellas señal de belleza. Parten de la
belleza para enfrentarse a la muerte y así no hay manera de que pierdan la
sonrisa.
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