Hace un par de años la
revista Time nombró Persona del Año a todo el mundo. No nominó a una
empresa, ni a una agencia, ni siquiera a una asociación civil en particular.
Eligió, literalmente, a toda la humanidad. Fue una estupidez: comenzó así una
especie de veneración por cualquier tipo de sociedad. ¿Cinismo o ingenuidad?
El curioso premio del Times
también se restringió: la portada decía que la persona del año era You.
Es decir, no Yo, sino Tú. Y para limitar más el punto, aquella
portada del Time se ilustró con un monitor en forma de espejo donde uno
se veía a sí mismo como reflejo consagrado.
Luego, si uno revisaba
la letra pequeña de la plana inferior, descubría que no se trataba de premiar a
cualquier You, sino a aquellos que fueran miembros de alguna red social
como lo es Facebook. La letra chiquita del Times decía textual: "Sí,
tú. Tú que controlas la Era de la Información. Bienvenido a tu mundo. Lo
dicho: ahí estaba el truco, el quid. Y es que hay de tús a tús.
Al menos mi tú no controla ninguna “Era de la Información”, ni nada por
el estilo.
Además, a los usuarios de
redes sociales no nos gusta controlar ni ser controlados por nada ni
nadie. ¿Qué acaso la web no nació como espacio para la anarquía creativa?
Seguro habrá muchos You que sí quieran controlar una que otra Era, o uno
que otro software, comenzando por la clase política, siempre tan
inocente en su maquiavélica perversión.
Pero no acaba aquí el
enredo. Cuando pasaba uno a los interiores de ese número antológico del Time
se topaba con un texto explicativo de la portada. Según su editor, Richard
Stengel, el primer blogero de la historia fue Thomas Paine y el
antecesor de Facebook fue nada menos que el Almanaque Poor Richard del
siglo XVIII. De manera que casi elevó de un plumazo a todos los jóvenes
usuarios de las redes sociales a “Padres fundadores de la Patria”.
Stengel decía también que
los blogeros y las personas que suben videos a YouTube (65.000
videos nuevos al día; 100 millones vistos diariamente) llevan y traen noticias
de manera más auténtica que los tradicionales medios de comunicación. ¿De
verdad son más auténticos porque lo hacen sin ánimo de lucro? No lo creo: cualquier
defensor del periodismo ciudadano –como es mi caso – se negaría a suscribir semejante
exceso.
No sé si esto sea
compulsión por lo efímero o como dice el sociólogo Ricard Sennett, una proyección
de nuestra ansiedad moderna. Pero al igual que muchos miembros de ONG, los
usuarios de Facebook, por más que junten miles y miles de convocantes en
calidad de “likes”, no representarán per
se el sentir ciudadano, sino apenas el muy pequeño segmento de población
que entra a Internet, y que el Time confundió como si fuera la sociedad
entera.
Moraleja:
a todo aquel que se asome de nuevo por el espejo de aquella portada célebre del
Time tenga cuidado antes de pavonearse como único exponente de la
sociedad civil: no vaya ser que por estar admirando su imagen ahora célebre, se
ahogue en el lago narcisista y egocéntrico que brota de su muy dilatado
ombligo.
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