16 agosto 2013

RUTA DE LA SEDA: VENTA DE DROGA EN LÍNEA


En la vida real la venta de droga es un negocio tan ilegal como despiadado. La guerra de cárteles es algo más que una transacción comercial: es el canibalismo en estado puro; sus protagonistas tejen una red de poder paralelo al gobierno legítimamente establecido. Pero la mayoría de las veces – como pasa en México – Estado y organizaciones delincuenciales se imbrican en un entramado de complicidad y beneficios mutuos. Por eso, aunque es difícil aceptarlo, los sustratos psicológicos y económicos de este delito boyante se nutren más del Estado asistencial que del neoliberalismo prístino.

Pero en Internet el comercio de la droga opera de forma diferente. Navegando por la web es posible atracar –en el sentido marítimo no delictivo del término – en bazares de venta de drogas duras como la cocaína, el éxtasis y el crack. Ya no se diga la marihuana, el producto más socorrido por los ciber-adictos.

Lo más interesante, atractivo o aberrante de este comercio del vicio on line –elija el lector el adjetivo que mejor convenga a su rango moral – estriba en que está al alcance de la mano de cualquier hijo de vecina con los mínimos conocimientos de programación hacker, con la única condición de que viva en EUA, por lo que así se entiende a plenitud el eslogan histórico de que “América es la tierra de las oportunidades”.

El más popular de estos sitios web es el bazar denominado Silk Road (Ruta de la Seda) mercado negro en línea, nacido en febrero de 2011 y regenteado como garito clandestino por un fulano de quien no se le conocen generales, ni rostro, ni suele dejar el menor rastro en sus movimientos por las redes sociales ni la mínima pista en sus desplazamientos por el mundo real. Se autonombra “El Pirata Robert” y hay sospechas de que puede ser más una asociación que una sola persona.

Para acceder al sitio de este bucanero sin cara basta con ejecutar el software libre Tor, acrónimo de The Onion Router, una red de comunicación superpuesta sobre Internet, creada en el lejano año de 2003, donde los mensajes intercambiados por usuarios no revelan su dirección IP, es decir, guardan su anonimato y viajan a través de routers clandestinos. Como si fuera un país, Tor ha acuñado su propia moneda (Bitcoin), con la que puede comprarse entre otros productos y servicios ilegales, cualquier droga al gusto del cliente, que la recibirá empaquetada al vacío a través del Servicio Postal, o sea, con el envío subsidiado irónicamente por el propio gobierno federal que dice combatir estos ilícitos. Aclaro además que Tor es un proyecto académico patrocinado por la Electronic Frontier Foundation (EFF), ONG defensora de las libertades civiles en el mundo digital.

No es casualidad el origen libertario de la EFF y la extracción anarco-capitalista de Silk Road, dos caras de una misma moneda ideológica. Ambos sostienes principios capitalistas, de libre mercado y proclaman sin ambages su fe en la máxima de Henry David Thoreau: “Nadie está obligado a obedecer una ley que considere injusta”. Y en ese cúmulo de leyes injustas contra la autonomía individual y la propiedad privada, gravitan en primer lugar las que restringen el derecho de hacer con nuestro cuerpo lo que nos venga en gana, en tanto no afectemos a terceros.

Si Silk Road comenzó sus operaciones ganando 1.2 millones de dólares al mes durante el primer semestre de 2012, ahora espera terminar el 2013 con ingresos superiores a 45 millones de dólares según cálculos de Forbes, principalmente con la venta de drogas y cigarrillos no regulados. Y como en cualquier territorio donde se practica el libre mercado, vive asediado por competidores comerciales como Atlantis, un sitio web dirigido por traficantes tan libertarios como “El Pirata Robert”, al margen de cualquier régimen fiscal y regulatorio y bajo una agresiva campaña de marketing viral que se sintetiza en una frase: “somos el mejor mercado global de drogas en línea”.

¿Cuál es el futuro para este comercio de estupefacientes en línea? Un primer escenario es que la estructura de poder mundial cambiará de paradigma: se suplantará a mediano plazo el arquetipo de gobierno por la figura de la mano invisible del mercado, en todos los órdenes de las transacciones comerciales, incluyendo la venta legal de drogas. Un segundo escenario consistirá en que los gobiernos del mundo meterán tarde que temprano orden en la web, y con el pretexto de combatir el mercado libre de drogas en Internet, frenarán de pasada los avances de los derechos civiles en esta última frontera humana.

Uno de estos escenarios es una utopía (una fantasía ideal). El otro escenario es una distopia (una fantasía indeseable). Que el lector discierna una de la otra. 

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