13 agosto 2013

PEMEX: ¿MÁS MEXICANO QUE NUNCA?



El Presidente decidió terminar de abrir al capital privado la industria petrolera del Estado, que comenzó a privatizarse en los años 90, especialmente en la concesión de licencias para la exploración y explotación del crudo y sus derivados.

Fue algo más que un esquema de propiedad semipública, mayoritariamente estatal, pero de riesgo compartido entre el gobierno y la inversión privada, captando 70 mil 600 millones de dólares frescos para capitalizar la industria nacional.  

La izquierda radical comenzó a encender ese mismo día la pira para el linchamiento del Presidente. Los enemigos soterrados – muchos incrustados en el propio gabinete – corrieron la especie de complicidades corruptas, de venta ilegal del subsuelo patrio.

Pero el mandatario brasileño se montó en su macho: no daría marcha atrás en la apertura petrolera. Ignacio Lula da Silva había cambiado el paradigma de Petrobras, de paraestatal a empresa compartida. “La capitalización de Petrobras es una señal de los buenos tiempos que vive Brasil” dijo Lula en un discurso de 2010.  

Desde entonces Brasil modernizó su principal fuente de ingresos públicos y logró la proeza en menos de ocho años de incorporar a las clases medias a 28 millones de personas que hasta entonces vivían en extrema pobreza.

En México, el Presiente decidió abrir “algunos” rubros de la industria petrolera del Estado, para que se pueda invertir capital privado sobre todo en la refinación, reduciendo muy ligeramente el monopolio de la petroquímica básica.

Fue algo menos que un esquema tímido de “riesgo compartido”, donde el Estado mantiene aún el control absoluto de los recursos energéticos, captando una andanada de descalabros financieros y áreas empresariales técnicamente en quiebra.

La izquierda radical comenzó a afilar los cuchillos de la crítica belicosa y sin cuartel. El fuego amigo – nacido en el propio gabinete federal – indujo a suavizar los alcances de la iniciativa presidencial, contrario a las expectativas originales.

Pero el presidente decidió negociar: la apertura petrolea se quedó a medias. Enrique Peña Nieto había prometido una Reforma Energética de gran calado, pero acabó por descartar la privatización. “La descapitalización de PEMEX es señal de los malos tiempos que vive México” podría decir Peña en un discurso actual.   

El sindicato petrolero sigue, como es usual, con sus canonjías corruptas, Pemex es un caja chica para funcionarios públicos privilegiados y los pobres en México, cuyo número aumentó en 12 millones en los últimos años, ya suman 98 millones (este año puede llegar a 100 millones).

Petrobras, al decir del Presidente Lula “es más brasileña que nunca”. Pero PEMEX ¿es más mexicana que nunca? 

No hay comentarios: