07 agosto 2013

¿EL GOBIERNO NOS ESPÍA IMPUNEMENTE?



Hace unos días, una típica ama a de casa de Inglaterra quiso cambiar los enseres de su cocina por nuevos modelos. Por imprudente, temeraria o desvergonzada emprendió una búsqueda en sitios web de ollas de presión a mitad de precio. Por su parte, el marido de esta mujer, otro aspirante a delincuente sin saberlo, buscó en su Ipad una mochila para comprarla en línea. Y para empeorar la situación legal de esta familia de potenciales criminales, su hijo de 20 años entró horas más tarde a un diario digital y leyó de entre toda la información, la nota más indebida: una breve reseña de los atentados reciente en Boston.

La inocencia le costó cara. O su mala suerte. O su necio afán de navegar en Internet. O el juego del azar que a veces nos pone en el lugar y el momento equivocado. Un operativo antiterrorista tomó por asalto su hogar. El marido y el hijo dormitaban a esa hora de la mañana cuando el comando de agentes federales entró con fusiles en ristre. La casa fue cateada sin miramientos. Interrogaron a ambos inquilinos. Al final, los agentes reconocieron que recibieron un aviso de alerta contra esta familia que había buscado en Google una olla de presión, comprado en línea una mochila y leído una nota sobre los atentados de Boston. Pero, dado que no eran terroristas, los agentes los dejaron libres y se fueron. Cuando la ama de casa se enteró del cateo policiaco a su domicilio, se desmayó del susto.       

El miedo colectivo se ha vuelto sofisticado. Y no son casos aislados: los guardianes del orden de los países del mundo libre lo hacen cientos de veces por semana. Claro, el 99% de estos cateos antiterroristas son falsos. ¿En México estamos al margen de este espionaje oficial en contra del ciudadano? No: hay evidencias de que nos vigilan órganos de inteligencia del gobierno federal. Y buenos indicios de que también lo hacen las autoridades locales. Sé de lo que hablo: a todas luces es un asunto controvertido, pero a raíz de la revelación del espionaje en otros países, los usuarios de las redes sociales en México tenemos que cumplir medidas de protección para nuestros equipos de cómputo  y teléfonos inteligentes.

Circula incluso como trending topic en Twitter un dossier de doce páginas escrito por un grupo terrorista árabe denominado Al-Minbar Jihadi Media Network al que algunos programadores hemos tenido acceso. Por increíble que parezca la popularidad underground de este documento no se debe a nuestra adhesión en masa de los tuiteros mexicanos al radicalismo musulmán (¡líbrenos el cielo de tamaño despropósito!) sino a la lucha soterrada pero irreversible por defender nuestro legítimo derecho a la privacidad personal, al menos de este lado del Río Bravo.

Difundir las medidas preventivas que consigna este documento clandestino no implica infringir la ley ni mucho menos, sino ponernos a salvo de intentonas autoritarias en el universo digital que cada vez son más explícitas y menos camufladas por muchos gobiernos del supuesto “mundo libre”, empezando por la torva administración de Barack Obama. 

¿Cuáles son estos consejos transmitidos por Al-Minbar Jihadi que circulan en la periferia de los canales convencionales? Se los daré sin orden ni concierto al lector de este artículo. En principio de cuentas, cubra con una cinta adhesiva la cámara frontal de su Iphone o su Galaxy, porque la mayoría de estos teléfonos están programados para tomar fotos de su rostro. No ponga información verdadera en ningún sitio web que le solicite registro. Evite en lo posible cualquier relación en Internet con una persona con identidad diferente a la de quienes trata usted usualmente. Memorice sus contraseñas, no las escriba.

Reemplace la batería de su teléfono y su tarjeta SIM cuando sospeche que sus llamadas son intervenidas y borre lo más posible sus mensajes de SMS (aquí los pobres terroristas se equivocan porque nada desaparece en el universo digital: Google nos conoce mejor que nuestra propia madre). Si se vale de su equipo de cómputo para acceder a Internet no lo use para ningún otro trabajo.

Entiendo la suspicacia que generan en muchos lectores estos consejos excesivos, que no tienen ningún sentido más que para quienes mantienen operaciones encubiertas. Darnos el lujo de cambiar frecuentemente las baterías y el SIM de nuestro celular nos saldría un ojo de la cara. Igual si se nos pide contar con una computadora exclusiva para entrar a Internet y otra para calcular en Excel nuestros gastos domésticos.

Tampoco sería particularmente incómodo que el gobierno cuente con fotos eventuales que me tome mi propio Iphone sin mi consentimiento. Pero no deja de ser desagradable para cualquiera sabernos espiados por nuestras autoridades locales, federales o de otros países y ser sorprendidos en nuestra vida privada con una versión moderna y altamente tecnificada del Panóptico de Jeremy Bentham o del célebre Big Brother de George Orwell. En todo caso, no les allanemos el camino para entrar impunemente a nuestros hogares valiéndose de nuestros hábitos y comportamientos que reflejamos en las búsquedas de Internet. Ya se ve que los gobiernos de cualquier condición o ralea se están convirtiendo en un problema contra la seguridad personal y no en su solución definitiva.   

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