06 agosto 2013

HAZAÑAS DEL POLÍTICO DESNUDO



El erotómano casi cincuentón se desnuda de cabo a rabo, toma con sus manos el miembro viril  (acaso algo averiado por el colesterol y el ácido úrico) y lo fotografía varias veces con su Iphone para mandar las imágenes por WhatsApp a su amante en turno, de 22 años. El apodo que utiliza para enviar estas joyas del autoengaño más patético es “Carlos Danger”.

La “escena” sexual no pasaría de ser una mera trivialidad doméstica de transgresiones inofensivas, de no ser porque el intérprete de esta parodia de streeper, o sea el tal Carlos Danger, es el político favorito para ganar la alcaldía de Nueva York en las próximas elecciones. Se llama Anthony Weiner y su popularidad se mantuvo enhiesta (pocas veces una simple metáfora convoca a tan obscena asociación de ideas) tras este hecho libidinoso, lujurioso o calificado con cualquier otro adjetivo similar, ideado por el bochorno creativo de las mentes piadosas.

En realidad no es la primera vez que Tony Weiner, alias Carlos “El Peligroso” es sorprendido “in fraganti” mostrando sus pelotas al aire. En 2011 tuvo la puntada de subir a Twitter otras fotos donde exhibía sus miserias a otra veinteañera avergonzada (…de ser descubierta, claro está, no de ser merecedora de tan viril regalo digital) que le causó más de un disgusto con su esposa, más de una caricatura burlona en la prensa, y más de un nuevo adherente a su candidatura. Se ve que Tony tiene sus detractores a su política de reivindicar el potencial liberador del cuerpo en un manifiesto hedonista puesto en práctica por sí mismo, digamos que en carne propia.

Sin embargo, pongamos las cosas en su justa dimensión. Por un lado no es la primera vez que un candidato a la alcaldía de Nueva York se ostenta como buey viejo con los cojones colgando. Ya lo hizo muchas décadas antes el gran novelista Norman Mailer, cuya imagen de campaña más celebrada fue una foto de cuerpo entero tocándose sus partes nobles y con el gesto fiero y por ende conmovedor del Hombre de Neanderthal. Tampoco es el primer político en Nueva York sorprendido con las manos en la masa (nunca mejor dicho): basta recordar a Eliot Spitzer, ex gobernador de ese estado, quien renunció a su cargo tras hacerse público que gastó 4 mil dólares en una prostituta de lujo.

Pero la diferencia de Tony Weiner, alias Carlos “El Peligroso” con sus anteriores colegas (tanto de política como de aficiones sexuales) estriba en que los otros no volvieron a alzar cabeza: Norman Mailer perdió estrepitosamente la candidatura y regresó con el rabo entre las piernas a escribir sus novelas. Spitzer sigue hasta el día de hoy su viacrucis de arrepentimiento en busca del perdón (si no de Dios al menos de su esposa). Frente a ellos, Tony se tonifica electoralmente con cada nuevo escándalo; se vitaminiza con cada foto de su sexo que se airea (hablo de la foto); se vigoriza como si fuera Viagra con cada revelación de sus aventuras eróticas hechas nota casi-deportiva; se desliza feliz de la descalificación con resonancias de cloaca a la calificación con connotaciones olímpicas.

Pero pensemos que lo notable de este caso no son las hazañas exhibicionistas de Carlos “El Peligroso” sino el cambio de mentalidad en Nueva York cuyos electores se han vuelto más sensatos, más adultos. Redujeron cualquier carga moralista en la evaluación de sus candidatos políticos: si no les convence un perfil electoral, por frívolo o desvergonzado que sea, no lo linchan en los periódicos o en TV. Simplemente no lo votan y punto. Los defectos personales los suben a la balanza de las preferencias populares y no al Paredón de los Herejes Impuros. Evitan el anatema condenatorio y se consagran al ejercicio democrático de plasmar sus simpatías y diferencias en la elección de sus autoridades públicas.

En honor a la verdad Tony Weiner no es mas que un pobre libertino preso de sus instintos básicos. 

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