El
erotómano casi cincuentón se desnuda de cabo a rabo, toma con sus manos el
miembro viril (acaso algo averiado por
el colesterol y el ácido úrico) y lo fotografía varias veces con su Iphone para mandar las imágenes por WhatsApp a su amante en turno, de 22
años. El apodo que utiliza para enviar estas joyas del autoengaño más patético
es “Carlos Danger”.
La “escena”
sexual no pasaría de ser una mera trivialidad doméstica de transgresiones
inofensivas, de no ser porque el intérprete de esta parodia de streeper, o sea el tal Carlos Danger, es
el político favorito para ganar la alcaldía de Nueva York en las próximas
elecciones. Se llama Anthony Weiner y su popularidad se mantuvo enhiesta (pocas
veces una simple metáfora convoca a tan obscena asociación de ideas) tras este
hecho libidinoso, lujurioso o calificado con cualquier otro adjetivo similar,
ideado por el bochorno creativo de las mentes piadosas.
En realidad
no es la primera vez que Tony Weiner, alias Carlos “El Peligroso” es
sorprendido “in fraganti” mostrando sus pelotas al aire. En 2011 tuvo la
puntada de subir a Twitter otras fotos donde exhibía sus miserias a otra
veinteañera avergonzada (…de ser descubierta, claro está, no de ser merecedora
de tan viril regalo digital) que le causó más de un disgusto con su esposa, más
de una caricatura burlona en la prensa, y más de un nuevo adherente a su
candidatura. Se ve que Tony tiene sus detractores a su política de reivindicar
el potencial liberador del cuerpo en un manifiesto hedonista puesto en práctica
por sí mismo, digamos que en carne propia.
Sin
embargo, pongamos las cosas en su justa dimensión. Por un lado no es la primera
vez que un candidato a la alcaldía de Nueva York se ostenta como buey viejo con
los cojones colgando. Ya lo hizo muchas décadas antes el gran novelista Norman
Mailer, cuya imagen de campaña más celebrada fue una foto de cuerpo entero
tocándose sus partes nobles y con el gesto fiero y por ende conmovedor del
Hombre de Neanderthal. Tampoco es el primer político en Nueva York sorprendido
con las manos en la masa (nunca mejor dicho): basta recordar a Eliot Spitzer,
ex gobernador de ese estado, quien renunció a su cargo tras hacerse público que
gastó 4 mil dólares en una prostituta de lujo.
Pero la
diferencia de Tony Weiner, alias Carlos “El Peligroso” con sus anteriores colegas
(tanto de política como de aficiones sexuales) estriba en que los otros no
volvieron a alzar cabeza: Norman Mailer perdió estrepitosamente la candidatura
y regresó con el rabo entre las piernas a escribir sus novelas. Spitzer sigue
hasta el día de hoy su viacrucis de arrepentimiento en busca del perdón (si no
de Dios al menos de su esposa). Frente a ellos, Tony se tonifica electoralmente
con cada nuevo escándalo; se vitaminiza con cada foto de su sexo que se airea
(hablo de la foto); se vigoriza como si fuera Viagra con cada revelación de sus
aventuras eróticas hechas nota casi-deportiva; se desliza feliz de la
descalificación con resonancias de cloaca a la calificación con connotaciones
olímpicas.
Pero pensemos
que lo notable de este caso no son las hazañas exhibicionistas de Carlos “El
Peligroso” sino el cambio de mentalidad en Nueva York cuyos electores se han
vuelto más sensatos, más adultos. Redujeron cualquier carga moralista en la
evaluación de sus candidatos políticos: si no les convence un perfil electoral,
por frívolo o desvergonzado que sea, no lo linchan en los periódicos o en TV. Simplemente
no lo votan y punto. Los defectos personales los suben a la balanza de las
preferencias populares y no al Paredón de los Herejes Impuros. Evitan el
anatema condenatorio y se consagran al ejercicio democrático de plasmar sus
simpatías y diferencias en la elección de sus autoridades públicas.
En honor a
la verdad Tony Weiner no es mas que un pobre libertino preso de sus instintos
básicos.
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