23 julio 2013

LOS GUARDIANES DE LA MORAL Y LA PORNOGRAFÍA EN LA WEB



En Inglaterra las autoridades han dado con un algoritmo para bloquear la pornografía infantil. Algunos expertos de la UANL me han confiado que esta práctica puede ser la mejor alternativa al controvertido intento del Congreso de Nuevo León de tipificar el delito de ciberacoso. Entiendo que no son crímenes semejantes pero atacan el mismo campo de ilegalidad. Sin embargo, no comparto la opinión de estos investigadores regiomontanos y aquí explicaré porqué.  

David Cameron, el primer ministro británico, ha arremetido en contra de las imágenes de abuso infantil en línea, advirtiendo que quien se conecte a internet tendrá como elección inevitable un filtro que lo proteja de este tipo de páginas web. No será una persecución digital de culpables, previa demanda de los afectados, como pretendían nuestros legisladores locales en el caso del acoso en la red, sino una coordinación entre gobierno y proveedores de servicio de Internet que restringe en automático algunos accesos a sitios polémicos.

El diseñó de este filtro es relativamente simple, al alcance de cualquier programador regiomontano, y cancelaría la interface a pornografía extrema, con escenas de violación simulada fuera de la ley, identifica términos “aberrantes” en los buscadores como Google que ponga sobre aviso a la policía de posibles pedófilos y crea una sola Big Data para cercar la red de presuntos delincuentes sexuales.

Incluso Cameron, ya entrado en gastos, se pronuncia en contra de ciertos tipos de pornografía altamente violenta, cosa en la que nadie estaría más de acuerdo. Estas imágenes sádicas normalizan la violencia sexual en contra de las mujeres y son veneno letal para cualquier joven que las contempla en línea. Lo conveniente sería que tales videos transmitidos por Internet estén sujetos a las mismas normas que los vendidos en sexshop, y no ocupen legislación aparte.

Pero donde realmente la aplicación de justicia de Cameron comienza a hacer agua, y sus buenas intenciones zozobran, es en la amenaza vedada a los proveedores de Internet. Sin más, conmina a Google, Yahoo, Facebook y el resto de estas empresas a no permanecer al margen de la sociedad y ayudar a resolver los obstáculos técnicos de esta medida de gobierno, porque “deben desempeñar de una buena vez un papel responsable”.

Para empezar, Cameron se arroga el controvertido derecho a entrometerse en la vida privada de los ciudadanos. ¿Por qué el gobierno tendría que ponerme filtros a mí, en la misma proporción como yo impongo barreras a lo que exploran mis hijos en la web? Yo no soy menor de edad. Pero ahora resulta que por default estos filtros estarán activos en el ciberespacio donde navego.

Si, por poner un caso, yo declaro a Google que me elimine esta restricción, tácitamente estaré expuesto a ser tildado de “sospechoso pervertido”. En suma, formaré parte de una sutil lista negra a la que se accede sin querer y de carambola. Esto, sin tomar en cuento que a veces el exceso de prohibiciones bloquea también el fácil acceso a páginas totalmente lícitas, lo que ocasionaría estorbos tan dilatorios como injustificados. 

En esencia, los ciudadanos no podemos aceptar “guardianes públicos de la moral” que me digan qué hacer o como comportarme “por mi propio bien”. Yo me protejo sólo. Y los lectores de esta columna también. Pero resulta que esta oportunidad de ejercitar el libre albedrío comienza a diluirse para los ciudadanos ingleses, en desventaja cívica (por primera vez), frente a los mexicanos. Y luego gravitan objeciones técnicas: los filtros digitales no eliminan las páginas de alto contenido sexual sino que las esconden. Esto dificulta la detección oportuna de contenidos ilegales. En vez de resolver el problema y poner a disposición de la ley a los delincuentes, les facilitan su escondite. ¿Buscamos eso?

De manera que el ciberacoso y la pornografía infantil no se combaten censurando páginas web y levantando vallas invisibles sino persiguiendo contenidos ilegales y denunciando a los operadores de estos sitios pervertidos. Así de simple. Para eso, basta con aplicar las leyes que ya tenemos ahora. Pero los gobernantes no suelen practicar el sentido común. Y ya se ve que algunos amigos que tienen en los medios, tampoco. 

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