06 febrero 2013

¿ALCALDES GEMELOS?


Llego a Nueva York el 1º de enero con las banderas a media asta: murió en pleno uso de sus facultades mentales Edward Koch, el más carismático, eficiente y pintorescamente insoportable ex alcalde de la Big Apple. Tenía 88 años, medía casi dos metros y era tan emblemático de Manhattan como el Empire State o la Estatua de la Libertad: un símbolo neoyorkino de carne y hueso. La primera vez que lo ví en televisión no fue en una entrevista de noticias ni en un debate político; fue actuando de sí mismo al lado de Sarah Jessica Parker en “Sex and the City”.

Por asociación mental y también por inocultable morbo (salpicado con cierta dosis de perversidad), comparo sus éxitos notables con los de la alcaldesa de Monterrey, Margarita Arellanes. El contraste es notorio y tiende a ser favorable para Margarita en su condición sexual (ella es mujer y él era hombre), y sobre todo en su apariencia estética (él era muy feo y ella muy guapa). Pero a partir de aquí el tablero pega un vuelco irreversible.

Koch era un judío broncudo oriundo de Bronx, que terminó sus estudios como abogado litigante hasta que fue electo líder distrital del partido demócrata para Greenwich Village. Su estrella en ascenso lo instaló en la alcaldía de Nueva York a mediados de los años setenta, cuando la ciudad estaba quebrada fiscalmente y se hundía en un marasmo de deuda pública (400 millones de dólares) y corrupción sin fondo, de droga en las calles y servicios públicos inservibles. Nada que ver con Monterrey.

A pesar de estos “ligeros” inconvenientes, Ed Koch decía que ser alcalde de Nueva York era el mejor trabajo del mundo. Consiguió sacar del barranco a su ciudad con planeación urbana, rehabilitando más de 200 mil viviendas populares para mejorar las zonas urbanas más deprimidas y frenando la política clientelar de su propio partido. Por cierto: ¿Ha frenado Margarita la política clientelar de los puesteros de Monterrey?

Koch negoció directamente con las instituciones de crédito; no usó intermediarios ni mucho menos brokers. Tampoco era afecto a lavarse las manos, ni ambiguo en sus declaraciones ante la prensa, ni voluble en la toma de decisiones financieras y menos miedoso para pasar la sierra eléctrica en las cuentas públicas. Hojeo en la “Barnes and Noble” de la 5ª Avenida su autobiografía “Mayor”, de la editorial  Simon & Schuster y doy con una frase que lo pinta de pies a cabeza: “No soy del tipo de personas que sufre de úlceras porque digo exactamente lo que pienso. Más bien soy del tipo de persona que le da úlcera a los demás”. Por cierto: ¿Dice lo que piensa Margarita en el caso del aumento salarial de sus regidores de Monterrey?

Si bien Ed Koch era de temperamento fuerte (“si me das un puñetazo, te lo devuelvo”), siempre fue leal con quienes lo sirvieron en sus sucesivas reelecciones, no como Margarita que se ha olvidado de regresar la copa a colaboradores fieles en su pasada campaña electoral como Miguel Ángel García, que le dio la estructura territorial de la que ella carece: se le olvida que así ganó. Koch, en cambio, cultivó la sabiduría superior de ser solidario: en cierta ocasión vio desde la ventana del Ayuntamiento una marcha de trabajadores en huelga que cruzaban el puente de Brooklyn. Sin dudarlo salió corriendo y se puso al frente de la manifestación coreando la consigna: “No dejaremos que estos tipos nos quieran arrodillar”.

Koch fue precisamente un maestro en la estructura territorial; un político callejero, de barriada y de contacto personal con los vecinos: cada viernes lo destinaba a visitar uno por uno los barrios y charlar con los peatones en la salida de los subways, en las esquinas de Brooklyn, en los cafés de Harlem; en las peluquerías de Queens y a bocajarro les preguntaba: “How´m I doing?” (¿cómo lo estoy haciendo?).  Koch se la rifaba solo, sin guaruras, ni equipos de seguridad; sin secretarios particulares, secretarios privados, secretarios técnicos, secretarias ejecutivas, secretarias a secas, asistentes, asesores, choferes, chalanes y demás especímenes de la fauna burocrática propiamente regiomontana.

¿Qué Monterrey es inseguro como para que ande la alcaldesa por las calles mal iluminadas? Nueva York era entonces la megalópolis más peligrosa del mundo. ¿Qué Monterrey es muy grande en población como para lograr un contacto personal con su gente? Nueva York era entonces una olla de presión con más de 8 millones de seres humanos hirviendo adentro.

Como cualquier mente despierta, Koch era aficionado a valerse de ingeniosas bromas para restarle peso a las críticas (en hebreo se le llama “chutzpah” a esa habilidad) y cultivaba varios hobbies: uno de ellos fue el cine. Otro fue la gastronomía (era un excelente chef). Otro fueron las obras de Broadway (que lo inmortalizaron con la puesta en escena de un musical con pasajes de su trayectoria  política).

Otro hobbie suyo fue vivir en solitario: vivía como ermitaño en su residencia y en su despacho del City Hall hasta que un infarto fulminante lo sacó del barullo de Nueva York y lo fue a depositar a tres metros bajo tierra en la Trinity Church del norte de Manhattan, a media cuadra del metro. En su obituario, el “Times” publica que le sobreviven una hermana y “la ciudad de Nueva York”.

Por cierto: ¿Cuáles son los hobbies de Margarita Arellanes?

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