No diga que no: a cualquier le
gustaría vivir hasta la eternidad. Para eso nuestro cerebro creó los recuerdos,
como medida cautelar para mantener vigentes a nuestros difuntos, al menos una
temporada posterior a su muerte. Pero lo que de verdad nos importa a cada uno
es la perpetuación propia, la personal. Resignados a no poder operarlo
literalmente, ni siquiera en esa variante gélida a lo Walt Disney (quien según
la leyenda descansa congelado en un refrigerador subterráneo), al menos nos
queda como último recurso preservar nuestro yo virtual. Y para eso la
tecnología anti necrófila nos ofrece varias modalidades atractivas.
Por lo pronto, en el Nab Show de
Las Vegas, capítulo 2012, una edecán de no mal ver nos colocó a los azorados
visitantes regios unos anteojos negros, feos y enormes, denominados
dispositivos geolocalizadores, para registrar cada uno de nuestros movimientos,
y grabar así nuestro entorno en tiempo real. La idea fue patentada por Google para
comercializarse en 2013, y se trata de sumar esta información con los post en Facebook,
en Twitter, en blogs, las fotos en Instagram y los datos personales que a lo
largo de nuestra vida soltaremos en redes sociales, a fin de que en un futuro,
cuando ya estemos gozando de los placeres celestiales, será fácil reconstruir y
reproducir fielmente el día a día de nuestro tránsito por este Valle de
Lágrimas.
Aquí la edecán se puso enfática, y
nos explicó el escenario futuro de que nuestro nieto podrá en su ancianidad
invitarnos a cenar con él en Nochebuena, o más bien a nuestro holograma, que le
responderá con la misma mentalidad, hábitos, costumbres y tics que tuvimos en
vida. A punto estuve de responderle a la edecán que más que al viejo achacoso
que será mi nieto, me bastaba con invitarla a cenar a ella (en vida, hermano,
en vida).
Le dije, eso sí, que en Nueva York
asistí hace un par de años a un concierto de Frank Sinatra, en el Music Hall, para
celebrar los 50 años de Simon Cowell, y que el famoso ídolo de los ojos azules
cantó con más frescura que cuando estaba vivo. Su holograma se desplazaba por
el escenario con una soltura tan real, que más fantasmal lucía el público que
contempló el prodigio.
Un grupo de tecnólogos aplicamos
estos hologramas en México durante el 2012, y causamos furor en varias campañas
comerciales e incluso electorales. ¿El secreto? Proyectar la imagen digital de
la animación sobre una superficie reflectiva, llamada Mylar, un material
plástico que la refleja con luminosa claridad. En México el invento lo
registramos el año pasado como 3-Dickens (3D), porque fue utilizada por primera
vez para el montaje de una obra de teatro basado en la novela “The Haunted Man
and the Ghost´s Bargain” de Charles Dickens. Como siempre, Charles Dickens ha
marcado mi vida personal, literaria y tecnológica en partes casi
proporcionales.
La edecán (más erudita de lo que
evidenciaba su cabellera rubia), añadió que “My Nex Tweet” es una algoritmo en
fase beta, que predice lo que podríamos escribir nosotros en nuestro próximo
tweet, basándose en el historial de los mensajes que hemos posteado. ¿Se
imagina lo que podría decir un 3-Dickens que nos interpretara a nosotros
mismos? Cualquier cosa se pude aventurar al respecto, incluso que nuestro holograma
sí se atreviera a invitar a cenar a la edecán erudita, digo, para hablar a
solas con ella sobre los avances de la tecnología, evidentemente.
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