Lo confieso: fui uno de los
culpables del suicidio de Aaron Swartz, que se mató de la peor manera
posible en su departamento de Brooklyn, a los 26 años de edad. Lo conocí
primero de oídas a través de Oscar Garza, mi hermano, uno de los mejores
expertos en tecnología y redes sociales de Nuevo León, un día que le consulté
cómo agregar el Really Simple Syndication (RSS) a mi página web personal.
Oscar me explicó el protocolo de
programación para compartir esta aplicación lectora de información actualizada y
en unos minutos tuve la convicción rotunda de que los RSS era uno de los
mayores inventos de Internet, opacado por tanto jueguito insulso de Facebook
(FarmVille, Diamond Dash, y Candy Crush) que seca la mente de cualquier usuario
bienintencionado. Uno de los autores de este prodigio llamado RSS era un
adolescente desmelenado e introvertido, que como todo puberto en su sano juicio
libra una pelea a muerte (y a lo pendejo) en contra del mundo. El susodicho
respondía al nombre de Aaron Swartz.
Años más tarde, en el programa de
conferencias de la International Consumer Electronic Show de Las Vegas, leí que
uno de los ponentes invitados era precisamente Aaron Swartz, pero como la
estrella principal de esa misma tarde era Tim Berners-Lee (padre de la web y
por cierto mentor intelectual de Aaron), preferí irme a arrodillar ante Dios y
no ante cualquier santo.
Pero resulta que de última hora
Dios se enfermó del estómago y me resigné a ver a Aaron en una sala con la
mitad de las butacas vacías, algunas parejas de gringos redneck y una viejita
con pinta de tener extraviado el camino al blackjack del Bellagio. Me senté en
la última fila para concentrarme en la disertación de Aaron, que fue presentado
como el autor del Reddit (una red social muy exitosa en EUA para agregar RSS)
cuando la viejita, en plan de seductora impertinente, se sentó a mi lado. “Este
chico es un bipolar con manía disfórica”: me confió mientras Aaron explicaba como
demente que su Reddit servía para que los usuarios votaran enlaces de noticias
destacadas.
En la sesión de preguntas y
respuestas, el público apuntó en unos papelitos rosas sus comentarios para ser
leídos al ponente. Yo escribí mis dudas sobre la efectividad del anti-spam de Reddit
(uno de los más célebres de las redes sociales) y la viejita, en cambio, me
pidió que transcribiera el suyo, que no era una pregunta sino un consejo de
abuela entrometida: ¿por qué el ponente no se trataba con Zyprexa y Seroquel su
trastorno emocional? En vez de dárselo a la edecán, me guardé discretamente el
papelito en la bolsa hasta que Aaron salió presuroso detrás del escenario.
Años más tarde, el bipolar
disfórico se volvió un demonio familiar para la prensa y una bestia negra para
el gobierno de Estados Unidos. No exagero: una noche tuvo la osada ocurrencia
de hackear la base de datos del Instituto de Tecnología de Massachussetts (MIT)
y en menos de siete horas su computadora personal descargó en automático todos
los trabajos de investigación de esa prestigiada institución educativa.
¿Por qué lo hizo Aaron Swartz?
Como prueba de que en una sociedad abierta los avances científicos tienen que
ser divulgados y no quedarse bajo la sombra de los intereses creados y del
oprobioso copyright. Además, era el siguiente paso de su denuncia sobre la
intención gubernamental de cobrar los accesos a todas las páginas web, monetarizar
los links y desmantelar por completo el Internet libre y neutral del que
gozamos ahora.
De nada le sirvió devolver
posteriormente la información sustraída: el gobierno de Barack Obama lo acusó
de un delito donde no existe ninguna víctima; lo quiso sentenciar a 35 años de
cárcel y a pagar una multa de un millón de dólares, castigo peor al que se
merece cualquier narcotraficante. Ayer fue encontrado su cadáver, colgado de
una soga en el baño de su departamento. Tenía varias horas de muerto. No dejó
escrito ningún papel de despedida.
A Aaron Swartz nadie le dio apoyo
en su evidente enfermedad nerviosa. Quizá no hubiera pasado nada de haber leído
el papelito de la viejita perspicaz, donde le recomendaba el Zyprexa y el
Seroquel para atender su padecimiento mental. Fue un joven heroico, maltratado
por el tipo de sociedad que tenemos, por las leyes injustas que nos rigen, por
las poderosas industrias mercantilistas que gobiernan el mundo y por la
extralimitación autoritaria del poder judicial y de los gobiernos cómplices.
Fui culpable de la muerte de
Aaron, no por haber ocultado en el bolsillo el papel rosa que le quiso dar la
anciana, sino por haberme callado ante la represión de los enemigos de la
neutralidad de la red y de “nuestro derecho de protestar en contra de los
derechos vigentes”, como decía Martin Luther King. Ojalá el Zyprexa ,el
Seroquel o cualquier otro ansiolítico se lo tomen los gobernantes del supuesto
mundo libre, para que moderen su delirio represivo y dejen de perseguir hasta
la muerte a jóvenes heroicos como Aaron Swartz, cuya simple existencia nos
aminoran la pesadumbre de vivir.
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