Varios periódicos en Estados Unidos exigen a
Google y Yahoo! que les paguen una comisión cada vez que sus buscadores indexen
sus contenidos. Parece ser que en México el diario Excélsior también se ha
sumado a dicha exigencia monetaria. En esencia, se trata de imponer cuotas
impositivas al servicio denominado Google News, basado en un algoritmo que
prioriza notas periodísticas.
Cierto grupo de legisladores panistas también lo
plantean como propuesta política. Y lo peor es que, en este caso, no lo hacen
por corruptos sino simplemente por ignorantes. A ellos hay que dedicarles el
típico refrán capitalista: “si ocupas urgentemente que la autoridad pública
defienda tu modelo de negocio, salte del negocio”.
¿Quién tiene la razón? Por supuesto que no la
tiene Excélsior. Dentro de la red social ningún usuario abusa de los contenidos
de un periódico digital cuando los vincula de un sitio web a otro. En la
economía de Internet los creadores de contenidos somos todos. Desde luego que
en el mundo digital existen los derechos de autor, aunque con una sana
variante: aquí nos referimos a ellos como “creative commons”, es decir,
licencia de bienes comunes creativos, algo muy distinto al campo del dominio
público.
Sin duda, los diarios son los titulares legítimos
de sus contenidos, nadie lo cuestiona; tienen el derecho de proteger sus
productos, si alguien hace mal uso de ellos. Pero vincular sus contenidos no es
abusar. Google no copia tal cual los contenidos de la nota, sino que redirige
mediante fragmentos seleccionados el tráfico de atención del usuario al
periódico que generó el contenido completo. A esa práctica se le conoce como
“uso justo”: utilizar fragmentos cortos de contenidos ajenos para enlazarlos
directamente. Por lo tanto, nadie debe nada a nadie. Quien más gana en este
proceso es el periódico mismo, no Google, que no recibe ningún tipo de ingreso
por publicidad por este concepto.
En Brasil, por ejemplo, los periódicos nacionales
lograron hace ocho años eliminar la vinculación de sus notas a Google. La
iniciativa fue tomada por 154 miembros de la Asociación Nacional de Prensa
quienes recomendaron a los demás medios masivos que siguieran su exhorto.
Aunque no lo quieran reconocer, el resultado ha sido desastroso. Los periódicos
brasileños pierden millones de visitas de páginas al mes: casi el 10 por ciento
de su audiencia general, lo que merma gravemente sus ingresos por publicidad en
línea.
Si un lector rastrea en Brasil una nota de prensa
importante en Google, el motor de búsqueda no le arrojará ningún resultado. Y
el defecto no será de los algoritmos de Google sino de los propios periódicos
que se autoexcluyeron. En el fondo, hay un solo culpable (los medios impresos)
y muchas víctimas (los medios impresos). En estos días, uno de los periódicos
de más tiraje en Brasil, “Jornal da Tarde”, dejará de circular
irremediablemente, llevando a sus empleados a la calle. Igual pasará en España
con “El País”, si no toman medidas urgentes, como mantener su presencia en los
buscadores de Google News.
Cuentan en Brasil que estos medios de prensa
digitales están como la fábula “La zorra y las uvas” de La Fontaine:
perfectamente podrían utilizar las escaleras de Internet para llegar a las uvas
de los ingresos por publicidad. Pero se niegan a hacerlo. Ni modo: es probable
que más temprano que tarde mueran de hambre y los lectores migren a otras
páginas.
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