20 noviembre 2012

BIG DATA EN MÉXICO


La campaña tan ordenada del partido demócrata en EUA que ratificó en la presidencia a Barack Obama fue un ejemplo para los candidatos electorales en México de los pasados comicios. Un factor de modernidad digital hizo la diferencia entre unos y otros: el Big Data.
Unos datos previos para entender el contexto: el tráfico de Internet alcanzará en el año 2016 algo así como 1.3 zetabytes (con lo que podríamos tapar completamente el globo terráqueo si con esta información se tejiera una capucha); Facebook procesa diariamente más de 500 terabytes (con lo que le daríamos 50 vueltas al mundo si con esta información tejiéramos un hilo), existen 2.400 millones de cuentas en redes sociales y 118 millones de correos electrónicos que se envían por día desde un total de 3,400 millones de cuentas de e-mail.
¿Estamos concientes que ya contamos con algoritmos para archivar, procesar y luego interpretar esta carga sideral de información? En Estados Unidos, el comité de campaña de Barack Obama lo hizo con singular acierto aprovechando la información exclusiva de electores de su país. En México, contando con mismo sistema para hacerlo, nadie lo operó en las pasadas elecciones federales. ¿Por éticos y honestos? No: por ineptos.
Cada 24 horas se genera en México el 85% de los datos que se han registrado en las últimas 3 elecciones federales de nuestro país. Este tráfico es capturado desde las redes sociales, las llamadas a números telefónicos o SMS vía smartphone e incluso las transacciones que se operan en Internet. Esta cantidad inconmensurable no sería significativa en términos de control político en México si no estuviera sistematizada y procesada por algoritmos. Lo está y aquí reside lo admirable del caso.
Este procesamiento de información digital amenaza con modificar el desempeño de las campañas electorales, en un sentido similar a las ventajas que arroja desde hace meses en términos empresariales: fortalece sus herramientas de marketing y sus alcances financieros al predecir con un grado de alta precisión los hábitos de consumo y comportamiento de los clientes, conforme a patrones que la misma información autogenera. Se trata de una proeza matemática y un gran riesgo sociopolítico.
¿Cómo puede convertirse este algoritmo creado hace 5 años y que en un principio solo era un complemento en la administración empresarial en un punto de inflexión para la esfera electoral de México como ya lo es para EUA? ¿Cómo puede saltar a la arena política cuando hasta ahora en nuestro país es un mero análisis estadístico en las líneas de montaje industrial? ¿Por qué se puede convertir en un cambio tectónico en la correlación de fuerzas nacionales y en un nuevo paradigma?
Un ejemplo para bien del poder empresarial del Big Data reside en el manejo de millones de registros que varias empresas de telecomunicaciones en México generan cada minuto. El mismo ejemplo podemos usarlo para mal en los millones de desechos de interpretaciones con los que el gobierno pudiera mejorar la experiencia del ciudadano y asegurar su lealtad a los programas sociales.
¿Por qué digo que en la pasada elección federal se utilizó para mal por manos inexpertas y profesionales neófitos? Porque especialmente la candidatura presidencial del PRI no pudo contener la avalancha de críticas y mofas que se produjeron en su contra en las redes sociales. Las reacciones y control de daños digital en Twitter y Facebook, fueron torpes, arcaicas e inexpertas. La elección se ganó legalmente, pero dejó huecos en su legitimidad.
El análisis de tendencias y de sentimientos de los usuarios en redes se operaron en México mediante datos rígidos en Excel y con respuesta automatizada (ausencia de Big Data) y no personalizada y en tiempo real, como sí lo hizo el Big Data del comité de campaña de Obama. La diferencia entre una elección y otra en el mundo digital no fue de dinero, sino de algoritmos.
Los partidos políticos y los candidatos electorales para el 2015 en México tendrán que aprender de sus vecinos del Norte, antes de que el futuro nos alcance.

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