08 noviembre 2012

OBAMA DESCOLORIDO


Las opiniones de George Lakoff sobre la victoria electoral de Barack Obama no son un modelo de amabilidad pero son certeras. Además, sirven como referente para los políticos de izquierda de México y América Latina que pretendan trascender cualquier contienda electoral localista.

Lakoff no es un ningún improvisado: es uno de los principales expertos en ciencia cognitiva aplicada al ámbito de lo político. Estudió en el Instituto de Tecnología de Massachusetts –el Estado por cierto que gobernó Mitt Romney--, y continuó en la Universidad de Indiana. Pero su verdadera fuente de conocimiento la obtuvo en Berkeley, donde se empapó de neurociencia y de ciencia de la conducta.

Con ese bagaje científico que es la divisa del siglo XXI escribió una obra imprescindible: “Metáforas de la vida cotidiana” (2001) y un pequeño tratado que marcó como un estigma la ideología de los demócratas norteamericanos: “No pienses en un elefante” (2007), donde con sencillez desarmante, explica los motivos por los que el partido del asno suele estar en desventaja intelectual frente al partido del elefante, es decir, el republicano.

Los republicanos, según Lakoff, están más entrenados para enmarcar sus valores y saben explicarlos mejor en público. Por el contrario, el pensamiento progresista tiende a retorcer con tecnicismos su discurso axiológico, a veces de manera ininteligible, y a adoptar finalmente la terminología propia de sus rivales: es decir, piensan en el elefante que son los otos, y no en el asno, que son ellos. Los demócratas se condenan así, sin querer, a correr detrás de sus adversarios.

Según Lakoff, Obama actuó de esa manera a lo largo de su primer periodo como presidente: apenas se instaló en la Casa Blanca, y por la Oficina Oval circuló una corte de tecnócratas vinculados con Hillary Clinton. Los genuinos aliados intelectuales de Obama, como lo eran los premios Nobel Joseph Stiglitz y Paul Krugman, fueron tirados en el camino por Obama y no volvió a pedirles sus consejos. Craso error. Dice Lakoff: “El acceso a la Casa Blanca acarrea la posibilidad de nombrar a 3 mil funcionarios; Obama empleó a los jóvenes afines a Clinton sin reparar en su experiencia ni en sus credenciales. En esa redada apareció Rahm Emanuel, que, como primer jefe de Gabinete, contribuyó a aislar al presidente. Un fracaso absoluto”.

El resultado fue que el presidente se alejó de su base electoral, despojado ya de su poder de comunicación. Por eso Obama perdió su encanto y su leyenda; se volvió un tecnócrata frío y distante. “El Obama que entendía intuitivamente el reto de la comunicación se dejó convencer por los tecnócratas de Clinton cuando se vio en el brete de gobernar”.  

Si bien ganó las elecciones, Obama no pudo disimular su desgaste ni lucir apocado respecto a su propia campaña de 2008. Y, según Lakoff, su eslogan para esta contienda: “My bet is on you” no despertó el entusiasmo que hace cuatro años generó el “Yes, we can”. Si Mitt Romney perdió la contienda fue a causa de su torpeza intrínseca. La gente quiere y necesita que le hablen de valores y está dispuesta a votar al que, más allá de sus convicciones íntimas, consiga satisfacer aquel deseo o necesidad del modo más sencillo y auténtico.

Ni Obama ni Romney hablaron de valores. Y eso los remitió al sótano electoral de la mediocridad. Nada será igual para Obama en este segundo periodo. El declive será ineluctable.  

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