14 noviembre 2012

ENCUESTAS A LA CARTA


En Estados Unidos le dicen el adivino. Paul Krugman, Premio Nobel de Economía lo destapó como futuro Presidente. El New York Times lo contrató con sueldo de alto ejecutivo. Se llama Nate Silver, tiene 34 años, es de cuna humilde y predijo con certeza matemática todos los resultados electorales de los 50 Estados norteamericanos en la reciente elección Obama-Romney.

Sus predicciones no fueron casualidad. Las opera sin fallas ni defectos desde hace 4 años. Su método –nada del otro mundo—es envidiado por las más reputadas casas encuestadoras. ¿En qué consiste? Algo similar al “scoring” que utilizan los corredores de bienes raíces: se recolectan datos de diversas encuestas y se les da un valor, un peso relativo dependiendo de su fiabilidad. El secreto está en la diversidad de sus fuentes. Y en el algoritmo que utiliza para el resultado final. El instinto y la intuición no ejercen aquí su dominio.  

En el fondo, lo suyo es un simulador electoral: día con día, con fría paciencia de relojero, Nate Silver añade datos comiciales y económicos a su método y analiza la frecuencia de los candidatos ganadores. Cada resultado obtenido lo convierte en un porcentaje. El grado de confianza de su medición es casi del cien por ciento.

Al igual que muchos encuestadores mexicanos, colegas suyos (es un decir) Nate Silver se ganó críticas y burlas varias. Aquí en México, con toda razón. Allá en Estados Unidos sin motivo aparente. Lo digo porque la mayoría de los encuestólogos en México y Nuevo León son vil fraude. En la reciente elección presidencial se convirtieron en especuladores facciosos, tendenciosos y parciales. Si Nate Silver hubiera sumado dichos resultados “made in México”, se hubiese encontrado con un batidero de variaciones y discordancias; de opacidad y falta de rigor científico; de pleito de vecindad para posicionar a sus candidatos-clientes. 

Cierto encuestador norteño quiso explicarme, sin pelos ni señales, que él sí le atinó a la elección presidencial. Me platicó sus cifras, pero no cómo llegó a ellas. Pobre: se olvida que el IFE obligó a las casas encuestadoras a que le mostraran por adelantado sus metodologías. Y que las hicieran públicas en caso de encuestas de salida. Casi ninguna lo hizo. Mejor hubieran entregado sus bases de datos, muestreos y cálculos de resultados. No para evidenciar sus secretos de mago, sino para delatar sus trampas de charlatanes. 

Una fortuna para las encuestas en México: mi amiga, la inolvidable María de las Heras, sí le atinó al resultado electoral de julio pasado. Un infortunio para las encuestas en México: María de las Heras murió en agosto pasado, víctima de un cáncer de pulmón.

Que en paz descansen María y las casas encuestadoras. 

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