13 noviembre 2012

DELIVERY UNIT


Se ha puesto de moda entre empresarios de San Pedro promover en el gobierno federal y estatal un proyecto inglés denominado “Delivery Unit” (Unidad de Entrega), placeado en Monterrey de muy buena fe por Francisco Garza Zambrano, de CEMEX. Su creador Tony Blair, ex Primer Ministro británico lo aplicó con éxito durante su gestión como mecanismo para trasparentar resultados en diversos servicios públicos como transporte, salud, administración de justicia y seguridad.

En realidad quien diseñó este programa como parte del “New Labour” se llama Peter Mandelson, apodado “El Príncipe de las Tinieblas”, ex ministro sin cartera, y ex Primer Secretario de Estado durante la administración de Tony Blair. Fue el poder tras la sombra de Blair hasta que por celos, el ex Primer Ministro lo echó de su gabinete y Mandelson se vengó publicando en 2010 unas memorias que son una delicia por la combinación perfecta entre chisme, política de alta escuela y buena prosa: “The Third Man: Life at the Heart of New Labour” (para los lectores que lo quieran leer, se los presto bajo promesa de retorno).  

La intención de fondo de la “Delivery Unit” es aportar indicadores de gestión y resultado, garantizar transparencia y responder a las demandas de eficiencia pública que imponen los ciudadanos al gobierno. Hace poco le mostraron el proyecto al Presidente electo, Enrique Peña Nieto y más recientemente al gobernador Rodrigo Medina que no lo vio con malos ojos. Pues malamente: transplantando el “Delivery Unit” así sin más al aparato público nuevoleonés, el único resultado tangible sería más burocracia y menos calidad en el servicio público, que de por sí es pésimo. ¿Por qué? Blair recibió tras su primer triunfo electoral, una administración eficiente, bien podado y rasurado gracias a los gobiernos conservadores de raigambre thatcherista. En México, en cambio, y en especial en Nuevo León, el gobierno es un galimatías, o sea, un reverendo enredo.

Aquí no cabe un “Delivery Unit” si antes el gobierno estatal no elimina las dependencias y entidades sobrantes, que, a ojo de buen cubero, son más de la mitad de su estructura orgánica, tanto del gobierno central como del ampliado. Una buena parte de los fideicomisos vigentes no sirven para nada: los crearon nada más como ventanillas de recepción de recursos federales que ya ni operan. Servicios de Agua y Drenaje de Monterrey es un aval para gestionar créditos (casi descalificado) del gobierno central, y el gobierno central es un aval (totalmente descalificado) para gestionar más créditos para SADAM: uno a otro se echaban la pelota hasta que el agua de la insolvencia les llegó al cuello.

Luego, dejaron pendiente la fusión e integración de dependencias y entidades. No hay duda: les dio flojera seguir haciendo la tarea. Un ejemplo: la integración de Fomerrey y el Instituto de la Vivienda. Las ventajas de esta fusión sería del orden de los 23 millones de pesos en servicios personales. En pago de servicios, mantenimiento de inmuebles, reducción del parque vehicular, etcétera, se ahorraría alrededor de 12 millones de pesos. Con la eliminación de los fiduciarios de Fomerrey, el arrendamiento de inmuebles del Instituto de la Vivienda y la integración y ajuste de plantillas en el segundo año, se podrían ahorrar 17 millones de pesos aproximadamente. En suma, el total de ahorro alcanzaría más de 60 millones de pesos en forma anual. Nada despreciables, ¿verdad? El nuevo y delgado organismo contaría con autonomía para designar y otorgar poderes sin depender de una fiduciaria.

Quitando entidades y fideicomisos, el gobierno del Estado daría ejemplo a nivel nacional de adelgazamiento (con eso de que le gusta ser modelo y ejemplo de seguridad pública y de no se qué tantas más alucinadas); mostraría su buena intención de podar el aparato público para limpiarlo de excedente. Pero en el fondo, el gobierno del Estado no está dispuesto a mandar ese mensaje positivo a la sociedad. No lo hace no porque no pueda: simplemente porque no quiere. Prefiere mantener la tenencia. ¡Qué fácil!

Tanta reticencia denota que no está comprometido con la modernización del servicio público, ni pretende sintonizarse con el actual contexto nacional de austeridad. ¿Por qué? Simple: se reduciría el erario en donde medrar, se acabarían las ventajas de las prácticas clientelares, habría menos dinero donde meter mano. Ante este escenario es obvio que programas como “Delivery Unit” servirían para dos cosas: para nada y para nada. Corrigiendo este “pequeñísimo detalle”, entonces sí la buena idea de Francisco Garza Zambrano podría aplicarse sin más retrasos. Es más: junto con “Delivery Unit” nos traemos hasta el servicio de inteligencia británico M16 con todo y agente 007. Digo, para empezar.   

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