Se ha puesto de moda entre
empresarios de San Pedro promover en el gobierno federal y estatal un proyecto
inglés denominado “Delivery Unit” (Unidad de Entrega), placeado en Monterrey de
muy buena fe por Francisco Garza Zambrano, de CEMEX. Su creador Tony Blair, ex
Primer Ministro británico lo aplicó con éxito durante su gestión como mecanismo
para trasparentar resultados en diversos servicios públicos como transporte,
salud, administración de justicia y seguridad.
En realidad quien diseñó este
programa como parte del “New Labour”
se llama Peter Mandelson, apodado “El Príncipe de las Tinieblas”, ex ministro
sin cartera, y ex Primer Secretario de Estado durante la administración de Tony
Blair. Fue el poder tras la sombra de Blair hasta que por celos, el ex Primer
Ministro lo echó de su gabinete y Mandelson se vengó publicando en 2010 unas
memorias que son una delicia por la combinación perfecta entre chisme, política
de alta escuela y buena prosa: “The Third Man: Life at the Heart of New Labour”
(para los lectores que lo quieran leer, se los presto bajo promesa de
retorno).
La intención de fondo de la
“Delivery Unit” es aportar indicadores de gestión y resultado, garantizar
transparencia y responder a las demandas de eficiencia pública que imponen los
ciudadanos al gobierno. Hace poco le mostraron el proyecto al Presidente
electo, Enrique Peña Nieto y más recientemente al gobernador Rodrigo Medina que
no lo vio con malos ojos. Pues malamente: transplantando el “Delivery Unit” así
sin más al aparato público nuevoleonés, el único resultado tangible sería más
burocracia y menos calidad en el servicio público, que de por sí es pésimo.
¿Por qué? Blair recibió tras su primer triunfo electoral, una administración
eficiente, bien podado y rasurado gracias a los gobiernos conservadores de
raigambre thatcherista. En México, en cambio, y en especial en Nuevo León, el
gobierno es un galimatías, o sea, un reverendo enredo.
Aquí no cabe un “Delivery Unit”
si antes el gobierno estatal no elimina las dependencias y entidades sobrantes,
que, a ojo de buen cubero, son más de la mitad de su estructura orgánica, tanto
del gobierno central como del ampliado. Una buena parte de los fideicomisos
vigentes no sirven para nada: los crearon nada más como ventanillas de
recepción de recursos federales que ya ni operan. Servicios de Agua y Drenaje
de Monterrey es un aval para gestionar créditos (casi descalificado) del
gobierno central, y el gobierno central es un aval (totalmente descalificado)
para gestionar más créditos para SADAM: uno a otro se echaban la pelota hasta
que el agua de la insolvencia les llegó al cuello.
Luego, dejaron pendiente la
fusión e integración de dependencias y entidades. No hay duda: les dio flojera
seguir haciendo la tarea. Un ejemplo: la integración de Fomerrey y el Instituto
de la Vivienda. Las ventajas de esta fusión sería del orden de los 23 millones
de pesos en servicios personales. En pago de servicios, mantenimiento de
inmuebles, reducción del parque vehicular, etcétera, se ahorraría alrededor de
12 millones de pesos. Con la eliminación de los fiduciarios de Fomerrey, el
arrendamiento de inmuebles del Instituto de la Vivienda y la integración y
ajuste de plantillas en el segundo año, se podrían ahorrar 17 millones de pesos
aproximadamente. En suma, el total de ahorro alcanzaría más de 60 millones de
pesos en forma anual. Nada despreciables, ¿verdad? El nuevo y delgado organismo
contaría con autonomía para designar y otorgar poderes sin depender de una
fiduciaria.
Quitando entidades y
fideicomisos, el gobierno del Estado daría ejemplo a nivel nacional de
adelgazamiento (con eso de que le gusta ser modelo y ejemplo de seguridad
pública y de no se qué tantas más alucinadas); mostraría su buena intención de
podar el aparato público para limpiarlo de excedente. Pero en el fondo, el
gobierno del Estado no está dispuesto a mandar ese mensaje positivo a la
sociedad. No lo hace no porque no pueda: simplemente porque no quiere. Prefiere
mantener la tenencia. ¡Qué fácil!
Tanta reticencia denota que no
está comprometido con la modernización del servicio público, ni pretende
sintonizarse con el actual contexto nacional de austeridad. ¿Por qué? Simple:
se reduciría el erario en donde medrar, se acabarían las ventajas de las
prácticas clientelares, habría menos dinero donde meter mano. Ante este
escenario es obvio que programas como “Delivery Unit” servirían para dos cosas:
para nada y para nada. Corrigiendo este “pequeñísimo detalle”, entonces sí la
buena idea de Francisco Garza Zambrano podría aplicarse sin más retrasos. Es
más: junto con “Delivery Unit” nos traemos hasta el servicio de inteligencia
británico M16 con todo y agente 007. Digo, para empezar.
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