22 noviembre 2012

DE PÓCIMAS, REMEDIOS Y MENJURJES OFICIALES



El doctor León Casciari me aclara que no debo desacreditar de antemano la aplicación del programa inglés “Delivery Unit” en el gobierno mexicano y (en un caso remoto), en el gobierno de Nuevo León. Dice el doctor Casciari que más vale brindar el beneficio de la duda al único intento de meter orden administrativo en los aparatos públicos “sin ningún antecedente en América Latina”.

No seré reiterativo, y tampoco atosigaré a los lectores recordando lo que escribí en un artículo previo: que “Delivery Unit” es una unidad de medición de metas y de seguimiento a la atención que brinda la autoridad pública a los ciudadanos en materia de servicios, seguridad y educación, entre otras.

Pero sí “aclararé” a Casciari sus “aclaraciones”. Y para eso urdiré no una sino dos respuestas. Va la primera: ni por asomo pretendí desacreditar la viabilidad de “Delivery Unit” en el gobierno federal o local. Me parece una espléndida receta para hacer rendir el gasto público. Es un instrumento de medición más preciso que el utilizado hasta ahora por los servidores públicos mexicanos.  En este país se miden resultados conforme a la meta cumplida y no conforme al beneficio social alcanzado.

Me explicaré: aquí nos enfocamos a utilizar bien el recurso público en el cumplimiento de un objetivo. Para eso se diseñan indicadores de gestión y de resultados muy rígidos y estrictos. Pero pocos nos sentamos a reflexionar si estos objetivos fueron de verdad los más adecuados.

Conozco el caso de cierta directora de biblioteca pública que fue amonestada severamente por sus superiores de la SEP: prácticamente había consentido y convertido el local de libros a su cuidado en una guardería. Las madres trabajadoras de la zona dejaban a sus niños en la biblioteca cada mañana y volvían por ellos en la tarde. Esta directora no hubiera cumplido ninguna de sus metas, ni aprobado ningún indicador de resultados. Y sin embargo la razón estaba del lado de ella y no de sus superiores: lo que hacía falta urgentemente en esa zona urbana no era una biblioteca llena de libros y sabiduría milenaria, sino simplemente una guardería. La meta, no su cumplimiento, era la equivocado. Pero en México los diseñadores de políticas públicas  son cuadrados e inflexibles. Y peor: no aplican  criterio.

El “Delivery Unit” inglés es útil porque no mide metas cumplidas sino índices de satisfacción ciudadana; mide resultados, no procedimientos. Por ejemplo, el “Delivery Unit” de operar en Nuevo León habría descalificado el programa de austeridad del Gobierno de Rodrigo Medina, más mediático que efectivo. ¿Cuántos millones de pesos realmente ahorrará la administración con la requisa de varias decenas de celulares a los funcionarios de segundo y tercer nivel? Los contratos telefónicos son a 18 meses; las penalizaciones son altas.

¿Ya se sumó el ahorro que arroja el despido de mil 100 empleados de la nómina estatal? No llega a figura. El verdadero ahorro sería eliminar los “moches” a proveedores del 15% que incrementan el gasto de compras y reorientar el gasto operativo; no extirparlo. ¿Mejorará con estos recortes de bisutería la calidad de vida de los nuevoleoneses? No. Así que antes de implantar una unidad de seguimiento a los programas públicos, como lo es la “Delivery Unit”, primero diseñemos buenos programas públicos que contribuyan a sacar de la pobreza a tantos desheredados. El dispendio de recursos también es corrupción. Y de las peores.

La segunda respuesta que doy a Casciari es más breve. La “Delivery Unit” sí tiene varios antecedentes en América Latina. En Chile le funciona al centavo al Presidente Sebastián Piñera. La bautizó legalmente como “Unidad de Cumplimiento” y puso al frente a un administrador heterodoxo, greñudo y eficaz: Claudio Seebach. Si los gobernantes de México o de Nuevo León quisieran saber como opera la “Unidad de Cumplimiento” chilena, vayan para Santiago de Chile o pregunten por videoconferencia a Claudio. Así de simple. 

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