Está en Monterrey Larry Rosen. Para quien no lo conozca, este
profesor de neurociencia en la California State University, Dominguez Hills, es
uno de los mayores expertos en ciencia cognitiva, y en especial en la relación
que tienen las redes sociales con el comportamiento de los menores.
Según este profesor, los
menores de edad que se inscriben en Facebook registran una tendencia
abiertamente narcisista en tanto que los adolescentes que también lo hacen reflejan
síntomas evidentes de trastornos mentales: agresividad y manías entre otras
expresiones antisociales.
Las conclusiones de Larry Rosen no
podrían estar más equivocadas. Son el reflejo de las viejas generaciones de
científicos que no entienden la realidad actual: no es que cambiaron las
respuestas para ellos, sino que cambiaron las preguntas. Pero no se atreven a
echar por la borda sus viejos paradigmas.
De manera empírica se puede demostrar
que los adolescentes que forman parte de Facebook complementan su interacción
social mediante el uso de redes sociales. Subir música, fotografías personales
cada cinco minutos; videos donde manifiestan sus dotes creativas, no son rasgos
que delaten sus propensiones narcisistas. Todo lo contrario: se salen de su circunstancia
íntima, a veces asfixiante, para adecuarse mejor al ecosistema exterior: el de
sus semejantes.
Es más: si para Larry Rosen esto es
narcisimo, qué bueno que así recojan la herencia de la palabra derivada del
efebo que se enamoró de su propia imagen, reflejada en una fuente. Digamos que
los usuarios de redes sociales son narcisistas solidarios. ¿Pero existe algún
usuario de redes sociales que no quiera verse bien, atractivo, simpático, ante
su círculo de amistades virtuales? ¿es eso necesariamente malo?
Contra la opinión de apocalípticos
científicos como Rosen, las redes sociales garantizan una puesta en marcha de
identidades personales más seguras con mejor manejo de autoestima personal,
habilidad para relacionarse y un entrenamiento constante en dichos rubros.
Incluso los adolescentes usuarios de Facebook se vuelven más tolerantes a la
crítica y menos aprehensivos. De ahí la
contradicción en el argumento de Rosen cuando asevera que Facebook o Twitter da
pie para que los introvertidos socialicen a sus anchas. ¿En qué quedamos
entonces?
Otra conclusión equivocada de Rosen consiste en asegurar que el
uso inmoderado de los medios
electrónicos agudiza la depresión y la ansiedad de los usuarios; o que
excederse en Facebook ciega a los adolescentes, lesionando la evolución de su
aprendizaje sentimental.
¿Pero acaso los adolescentes consultan su Iphone o Blackberry
cada 10 minutos para pretender descubrir en la página de su pareja si ésta
habló con algún ex novio? Estos asedios a la privacidad del otro fue
característica de las generaciones pasadas, no de las de este chavo más seguro
de sí mismo como no lo fuimos nosotros. La razón es simple: los adolescentes
que consumen más horas en Facebook son mejores en simpatía virtual lo que se
traduce en empatía real-social.
Que no quede duda: las redes sociales incrementan la
sociabilidad humana y eso nos vuelve a los regiomontanos mejores vecinos o
ciudadanos. Larry Rosen puede venir a pontificar a Monterrey sus controvertidos
argumentos en contra de la opinión de muchos colegas suyos, pero de cualquier
forma, se trata de un experto en ciencia cognitiva que debemos atender y
escuchar, aunque sea para rebatirlo mejor.
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