No se ustedes, pero yo por Alfredo
Bryce Echenique echo mi cuarto a espadas. Se que a estas alturas resulta
políticamente incorrecto defenderlo luego ser acusado por media comunidad
literaria de plagiario, por lo que exigen que se le quite su Premio FIL de
Guadalajara, cuando ya tiene prácticamente en su bolsa los 150 mil dólares que
forman el galardón.
Pero a juicio personal, los
argumentos que esgrimen los miembros del jurado de la FIL – a excepción de sus
denuncias estúpidas de complot y conspiraciones — resultan razonables y hasta
convincentes, pese a que lo más detestable para mí sería que un bribón como
Bryce me pirateara artículos como éste que ahora lee el lector; lo que no quitaría
ni un ápice mi sólida decisión –si estuviera en mí – de darle a este bribón el
Premio FIL de Guadalajara.
¿Por qué? Simplemente porque el
peruano es autor de una novela que ya quisiera haber escrito Jorge Volpi o
Alberto Ruy-Sanchez llamada “La vida exagerada de Martín Romaña”, mezcla de
ironía y nostalgia que destila sobre todo el personaje principal cuando se topa
con Octaviana de Cádiz. Bryce escribió luego varias novelas muy chafas, como
suele pasar con la bibliografía de cualquier escritor respetable.
Pero es usual que los galardones
literarios como el Nobel, el Cervantes, o el que da la FIL de Guadalajara los
reciba un escritor por un par (y a veces por una sola) de sus obras, y digamos
que muy a pesar de tanta bazofia seudo-literatura surgida de su pluma (entre la
bazofia incluya el lector algunas fusiladas o copias burdas cometidas por el
autor premiado, para ganarse cristianamente unos centavos).
Alejandro Dumas solía publicar
textos que no escribió él, pero que no obstó para inmortalizarlo con “Los Tres
Mosqueteros”. Escritores ganadores del Premio Nobel como Camilo José Cela
fueron acusados de plagios evidentes, sin embargo, ¿quién se acuerda de esa
condenada novelita “La Cruz de San Andrés” que plagiada o no, es una vil
bazofia? ¿Le quitaron el Premio Nobel a don Camilo cuando se demostró que además
de viejo mezquino era ladrón de textos ajenos? Otra cosa hubiera sido si se
comprobara que “La Colmena” su genial novela, era una copia de otra, o que “La
familia de Pascual Duarte” se la pirateó de un novelista anónimo. Entonces sí
me disfrazaría de bombero de “Fahrenheit 451” para incendiar toda la literatura
del mundo, incluyendo los libros de César Lozano y Brenda Bezares.
Me basta con pensar que Bryce no
se copió de nadie para escribir ese portento de originalidad que se llama “La
vida exagerada de Martín Romaña”, porque dudo que alguien sin la experiencia
que tenía Bryce de aquel París nostálgico y sin su posición de niño riquillo de
Lima, amén de su visión delirante de la vida, pudiera haber escrito algo
semejante.
¿O acaso le dieron a Juan José
Arreola el Premio FIL en 1992 por las babosadas semanales que profería en
Televisa junto con sus maravillosos cuentos de “Confabulario”? Digan lo que
digan las reglas de la FIL, ningún premio se entrega a “toda una obra
literaria” por la sencilla razón de que si se respetaran al pie de la letra
dichas reglas, no quedaría casi ningún escritor digo de ser premiado. Y no se trata de declarar desierto casi
todos los años esta premiación de más de 150 mil dólares, cantidad suficiente
como para quitarle a Bryce su mañosa “alma de pirata” por el resto de sus
avergonzados días.
Por ejemplo, a mí no me gustaría
que si me dieran el Premio FIL por la gran obra que por cierto todavía no
escribo –y que a como pintan las cosas nunca escribiré – incluyeran en esa
lista excelsa los artículos que publico sobre las tropelías de tanto
politiquillo local de quinta.
Lo cual me recuerda la amable
respuesta que le dio Francisco Umbral a su amigo y mentor Camilo José Cela
cuando éste le reclamó el por qué escribía en los periódicos tanto articulito
sobre política madrileña, cuando debería ponerse a escribir grandes novelas
serias como él: “Por la simple razón de que yo no tengo Nobel como tú”.
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