30 octubre 2012

A BRYCE, CON CARIÑO


No se ustedes, pero yo por Alfredo Bryce Echenique echo mi cuarto a espadas. Se que a estas alturas resulta políticamente incorrecto defenderlo luego ser acusado por media comunidad literaria de plagiario, por lo que exigen que se le quite su Premio FIL de Guadalajara, cuando ya tiene prácticamente en su bolsa los 150 mil dólares que forman el galardón. 

Pero a juicio personal, los argumentos que esgrimen los miembros del jurado de la FIL – a excepción de sus denuncias estúpidas de complot y conspiraciones — resultan razonables y hasta convincentes, pese a que lo más detestable para mí sería que un bribón como Bryce me pirateara artículos como éste que ahora lee el lector; lo que no quitaría ni un ápice mi sólida decisión –si estuviera en mí – de darle a este bribón el Premio FIL de Guadalajara.

¿Por qué? Simplemente porque el peruano es autor de una novela que ya quisiera haber escrito Jorge Volpi o Alberto Ruy-Sanchez llamada “La vida exagerada de Martín Romaña”, mezcla de ironía y nostalgia que destila sobre todo el personaje principal cuando se topa con Octaviana de Cádiz. Bryce escribió luego varias novelas muy chafas, como suele pasar con la bibliografía de cualquier escritor respetable.

Pero es usual que los galardones literarios como el Nobel, el Cervantes, o el que da la FIL de Guadalajara los reciba un escritor por un par (y a veces por una sola) de sus obras, y digamos que muy a pesar de tanta bazofia seudo-literatura surgida de su pluma (entre la bazofia incluya el lector algunas fusiladas o copias burdas cometidas por el autor premiado, para ganarse cristianamente unos centavos).

Alejandro Dumas solía publicar textos que no escribió él, pero que no obstó para inmortalizarlo con “Los Tres Mosqueteros”. Escritores ganadores del Premio Nobel como Camilo José Cela fueron acusados de plagios evidentes, sin embargo, ¿quién se acuerda de esa condenada novelita “La Cruz de San Andrés” que plagiada o no, es una vil bazofia? ¿Le quitaron el Premio Nobel a don Camilo cuando se demostró que además de viejo mezquino era ladrón de textos ajenos? Otra cosa hubiera sido si se comprobara que “La Colmena” su genial novela, era una copia de otra, o que “La familia de Pascual Duarte” se la pirateó de un novelista anónimo. Entonces sí me disfrazaría de bombero de “Fahrenheit 451” para incendiar toda la literatura del mundo, incluyendo los libros de César Lozano y Brenda Bezares. 

Me basta con pensar que Bryce no se copió de nadie para escribir ese portento de originalidad que se llama “La vida exagerada de Martín Romaña”, porque dudo que alguien sin la experiencia que tenía Bryce de aquel París nostálgico y sin su posición de niño riquillo de Lima, amén de su visión delirante de la vida, pudiera haber escrito algo semejante.

¿O acaso le dieron a Juan José Arreola el Premio FIL en 1992 por las babosadas semanales que profería en Televisa junto con sus maravillosos cuentos de “Confabulario”? Digan lo que digan las reglas de la FIL, ningún premio se entrega a “toda una obra literaria” por la sencilla razón de que si se respetaran al pie de la letra dichas reglas, no quedaría casi ningún escritor digo de ser premiado.  Y no se trata de declarar desierto casi todos los años esta premiación de más de 150 mil dólares, cantidad suficiente como para quitarle a Bryce su mañosa “alma de pirata” por el resto de sus avergonzados días. 

Por ejemplo, a mí no me gustaría que si me dieran el Premio FIL por la gran obra que por cierto todavía no escribo –y que a como pintan las cosas nunca escribiré – incluyeran en esa lista excelsa los artículos que publico sobre las tropelías de tanto politiquillo local de quinta.

Lo cual me recuerda la amable respuesta que le dio Francisco Umbral a su amigo y mentor Camilo José Cela cuando éste le reclamó el por qué escribía en los periódicos tanto articulito sobre política madrileña, cuando debería ponerse a escribir grandes novelas serias como él: “Por la simple razón de que yo no tengo Nobel como tú”.  

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