31 octubre 2012

ESPACIOS URBANOS COMPARTIDOS


En Europa existe un concepto urbano llamado “Shared Space” (espacios compartidos en su traducción literal). Este proyecto fue financiado por la Unión Europea para ciudades-piloto del Viejo Continente. Su primera fase concluyó en 2008 y fue promovido en Dinamarca, Holanda y Bélgica, entre otros países. Inició hace varios años en Friesland, provincia al norte de Holanda, gracias a la inventiva del ingeniero Hans Monderman, un urbanista de prestigio mundial.

“Shared Space” es una técnica que aboga por desregular el tráfico vehicular, rediseñando el espacio público. Su propósito inicial consiste en introducir nuevos criterios en la vida urbana, eliminando cualquier señalanización reguladora en calles y avenidas. Sigue la experiencia de funcionamiento de espacios compartidos, basados en la premisa de que los ciudadanos operan en colaboración social sin necesidad de regulaciones excesivas, sino apelando a su solidaridad. Los vehículos, peatones y ciclistas coexisten en un mismo entorno, en espacios amigables para peatones (pedestrian friendly streets). Un lugar de tráfico debe convertirse en un lugar de encuentro. 

¿Cómo operan en la práctica los espacios compartidos? Simple: se suprimen marcas viales en el pavimento, división de carriles, pasos peatonales y estacionamiento. Por otro lado, se eliminan semáforos y señales verticales de reducción de velocidad. Inicialmente se debe aplicar en áreas residenciales, con moderado volumen de tráfico, para luego ampliarlo a otras zonas citadinas. No es fácil echar a volar la imaginación tan anquilosada: un pueblo sin señales de tránsito.

Este es el rasgo operativo de una filosofía urbana que, sin duda, tiene sus fuertes detractores. El criterio principal consiste en animar un comportamiento corresponsable de los ciudadanos, que redunde en términos de seguridad y de calidad de vida. ¿Pero podríamos tropicalizar en alguna ciudad de México este concepto también denominado “calles para vivir”? ¿Realmente el tráfico rodante podría coexistir con el peatonal y el ciclista, dando prioridad a estos últimos en ciudades casi ingobernables como Monterrey o con escasa cultura cívica, ya no digamos vial como San Nicolás o Guadalupe, donde los espacios compartidos no se atienden en términos de igualdad?

Una solución a estas reservas mentales la ofrece el propio programa “Shared Space”: mediante un rediseño urbano, se emplean diversos mecanismos disuasorios para controlar “subjetivamente” el paso de vehículos pesados u obligando a reducir la velocidad del tránsito vehicular. Se modifica el mobiliario urbano, los espacios de estacionamiento, las áreas verdes, alternándolas de un lado a otro de la calle, para impedir trayectorias rectas y creando dificultades para los vehículos. A esta reforma urbana se añade el uso de adoquines y ladrillos en vez de carpeta asfáltica. En suma, no son calles ordinarias, ni avenidas fluidas.

Más de un experto urbanista me asegura que operando estas reformas, ninguna ciudad por ingobernable que sea, lo mismo Monterrey que Guadalupe o Santa Catarina se resistirán a este plan ciudadano de recuperar el entorno urbano para los ciudadanos y sus hijos.

Mi reparos están en la inversión que demandan: reconstruir las calles de San Nicolás (mobiliario, vegetación, etcétera) es costoso y arriesgado, dada la volubilidad e ignorancia de muchos de estos alcaldes. Su incultura es vergonzosa. Por otro lado, está la deuda pública descontrolada, y, por supuesto, la inseguridad y el crimen organizado. No se puede mejorar la cultura cívica cuando una sociedad vive amenazada y con terrores tribales. Es como una condena bíblica. Pero tendremos que inventar salidas. Espacios compartidos es una de ellas. 

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