En
la pasada Feria de Libro de Monterrey se habló profusamente de e-books, de esos
maravillosos dispositivos portátiles llamados e-readers, y de la diversidad de
posibilidades de lectura que se abren en esta era digital. Pero en la práctica
fueron muy pocas las editoriales que en Cintermex ofrecieron este tipo de
opciones y menos la que promovió como modelo de negocio el ITESM.
Con
su Kindle y su infinidad de libros digitalizados y en venta en su tienda virtual,
Amazon dio un salto gigantesco en la adquisición de conocimiento y en la
evolución cognitiva del cerebro humano, pero también nos encamina a un
monopolio de la lectura en línea de no fomentarse la creación de nuevas
editoriales en formato físico y virtual.
Son
pocas las editoriales mexicanas que pueden ofrecer directamente a sus lectores
un catálogo de e-books y nulos los usuarios que se atreverían a comprar y luego
bajar un texto digital en uno de estos portales “punto-eme-equis” poco menos
que clandestinos y perdidos en el universo de Internet.
Si
a esto añadimos la explosión de sitios web como www.lulu.com
donde cualquier usuario puede mandar imprimir en un par de días un tiraje
pequeño o grande de su libro personal, evadiendo el enfadoso trámite de
evaluación de comités editoriales, caemos en la cuenta de que el futuro no
pinta prometedor para las empresas que ofrecen buena literatura.
Lo
digo con todas sus letras: las condiciones actuales apuntan para el cierre de
editoriales nacionales para el 2013, además de escasos incentivos del Estado
para que este tipo de empresas salten del formato físico al digital, y un
próximo monopolio de Amazon de los e-books en el mundo, con algunos arañazos de
Barnes & Noble en EUA y Casa de Libro en España.
Este
nuevo panorama editorial no ha terminado de asentarse completamente en México
porque hasta la fecha la lectura online,
en smartphone, o en tableta (recordemos que el e-reader es el dispositivo y el
ebook es el contenido) sigue sin ser una opción comercial suficientemente
competitiva en nuestro país. Mientras las cifras de bibliográfica digital en
los Estados Unidos crecen mes con mes y ya rebasan este año las ventas del
formato Trade (tapa dura), en México
el e-book apenas comprende 0.1% del mercado editorial: una nada.
Con
esto quiero decir que la buena suerte todavía permitirá a las editoriales
mexicanas ponerse en guardia durante algunos meses, antes de que las cosas
cambien. Pero no será por mucho tiempo: Amazon vende en EUA 116 e-books por
cada 100 libros comprados en formato físico. Sin olvidar el ejemplo más ilustre:
la bicentenaria Enciclopedia Británica cerró el año pasado en su formato papel
luego de ser desbancada como medio masivo de consulta por Wikipedia.
Entonces: ¿en cual
terreno desconocido deberían experimentar las editoriales mexicanas ante esta
debacle? Fácil: incorporando alternativas de multimedia, es decir, donde la
lectura convencional se acompañe de video, audio, interacción con el autor en
tiempo real y actualización constante de contenido en el mismo e-book. El
propio Charles Dickens demostró hace 150 años que una narración no tiene porqué
limitarse a ser leída en un solo formato.
Nos conviene explorar
esta opción antes de quedar rebasados por el cambio cognitivo de los jóvenes.
¿Cuál es éste? Hábitos de lectura mediante párrafos breves, “twiteados”,
intervalos reducidos de atención, participación colectiva en los contenidos y
predilección por el formato de hipertexto (lectura no lineal sino horizontal y
simultánea).
¿Que a usted al igual
que a mí no nos quitarán de la cabeza la idea de leer un libro como Dios manda,
con hojas impresas, bien empastado y encuadernado? Claro, con el añadido de que
incluso nos darán un pase prematuro para ir a leerlo de por vida en el asilo de
ancianos más cercano.
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