30 octubre 2012

EL FILÁNTROPO TELESCÓPICO


En su novela “Bleak House” (1853) Charles Dickens retrata al progresista moderno; es la señora Jellyby, samaritana idealista y de buenas intenciones, pero que descuida a su esposo y a sus hijos. El autor define el liderazgo moral de la soñadora mujer como “filantropía telescópica”: noble de corazón para lo lejano, ingrato corazón en corto.  

Barack Obama es un filántropo telescópico: noble de corazón para soltar discursos en telepronter, pero pésimo para rendir cuentas a desempleados, negros e hispanos. ¿Volvió Obama a ser el líder moral tras el segundo debate presidencial? Sí, pero quizá sea tarde. Durante el primer encuentro, el Presidente falló en la forma y en el fondo. En la forma, porque se mostró vacilante y pasivo. En el fondo, porque soltó una retahíla de cifras y datos concretos que no decían nada a nadie. Y a los votantes indecisos, no les atraen los timoratos ni los contadores.

Obama no es ningún timorato: lo demostró con creces en este segundo debate. Obama tampoco es un contador, a menos que lo sea como contador de storytelling, que lo hace bien como en este segundo debate. Por eso le ganó la partida a Mitt Romney: en forma y fondo. Pero insisto que quizá fue tarde para el único presidente negro en la historia de EUA.

¿Por qué? Simple: en cada representación pública (que mucho tiene de teatro y simulación), la gente busca un líder moral, no un timorato y menos un contador. Pero los liderazgos morales se cultivan con constancia. Y como quedó demostrado en el primer debate, Obama, filántropo telescópico, no es un líder constante. No lo fue porque cuando subió a tribuna, olvidó en casa cinco principios-clave que según George Lakoff definen al verdadero líder: proclamar sus valores, ser empático, comunicar claramente, parecer auténtico y despertar optimismo.

Si le falta uno de estos principios-clave, malo para el supuesto líder; pero si carece de más de uno de estos principios-clave, que Dios lo agarre confesado: su carrera política irá más pronto que tarde en caída libre. Obama sabe proclamar valores apropiados pese a que en el primer debate no lo hizo; Romney sí (aunque con el pequeño problema que no tiene valores definidos y menos apropiados). Obama es empático; Romney no, pero en el primer debate sí lo fue, y en dos horas se echó al bolsillo a las electoras. Obama comunica con claridad; pero en el primer debate no lo hizo y Romney sí. Obama es auténtico; Romney sólo lo parece. Y finalmente, Obama no es optimista (anda de capa caída) y Romney sí.    
  
Si a pesar del segundo debate, cuando Obama le dio una relativa paliza, la tendencia electoral se mantiene en un empate técnico, es probable que Mitt Romney sea el próximo presidente de Estados Unidos. Y nos daremos cuenta irónicamente, que vale más proclamar valores (aunque no se tengan definidos) que tenerlos y no saberlos proclamar.

No seré capaz de traer la fórmula de George Lakoff a México y menos de aplicar cada uno de sus principios-clave a nuestras autoridades públicas, en su mayoría filántropos telescópicos: dicen una cosa y hacen otra. No preguntaré si desde el gobernador hasta los alcaldes cumplen con proclamar sus valores, ser empáticos, comunicar claramente, parecer auténticos y despertar optimismo. Vamos de gane si cuentan con alguno de éstos principios. Tampoco diré que al carecer de ellos, sus carreras políticas irán en caída libre, porque la hipótesis ya se hizo realidad y estamos todos despeñados en el suelo, junto con ellos.    

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