28 agosto 2012

DON ROBERTO


No terminó la primaria y su ortografía era un galimatías de leyenda. Pero lo suyo no eran las letras –oficio de poetas, filósofos, periodistas y otros pobres de solemnidad – sino los números y el olfato de sabueso. Boleaba zapatos, hacía mandados y acumuló los demás clichés propios del self-made, con el añadido de piscar algodón, cuando muchacho, en Texas, junto con sus ocho hermanos.

Le gustaban los desayunos frugales: dos huevos con frijoles espartanos y varias tortillas, su eterno menú apenas clareara el alba, estuviera donde estuviera: en Monterrey, en Nueva York, en París, o en Cerralvo. Ahí, en ese pueblo secuestrado ahora por gavillas de cuatreros (como hijos de aquellos bandidos de Río Frío), fundó un patronato memorable, de la nada y casi en medio de la nada, porque era afecto a la vida pueblerina, aunque usara trajes cruzados, finos y caros, menos cuando andaba por el monte con sombrero rustico y en mezclilla deslavada. Por cierto, acumuló a lo largo de su vida mil 900 millones de dólares y su fortuna la miraron con el rabillo del ojo los millonarios (que no emprendedores) de pedigrí, nativos de este Estado de rompe y rasga. Algunos lo envidiaban. Otros lo menospreciaban. Casi todos terminaron haciendo negocios con él.

A don Roberto González Barrera le decían el Rey de la Tortilla, entre otros apodos más o menos ocurrentes. Acaba de morir y sus cenizas llegarán a Monterrey desde Houston donde le atendían de un cáncer de páncreas. Cuando creó la empresa productora de alimentos de maíz más grande del mundo, con presencia en más de 100 países, los molinos de nixtamal pasaron a ser antigüedades (no se si para bien). De su capacidad para producir 40 tipos de harina y mil 200 tortillas por minuto, me contó un fiel colaborador suyo, a quien don Roberto quiso mucho y que además es mi amigo: Cuautemoc Reyna.

De lo que más me cuentan es del instinto de don Roberto: instinto para negociar con rudeza necesaria, olfato para sacar la mejor ganancia, y para callar. En los negocios, los mexicanos somos por lo general muy hocicones, pero don Roberto, en cambio, elevó la mudez a la altura del arte: en todos los sentidos. Así procesó cada año dos millones de toneladas de harina de maíz (que él inventó) y fuentes de trabajo para más de 20 mil empleados.

Pero la anécdota que traigo colación y que lo define de cuerpo entero ocurrió casi al final de su vida, acaso ya con el quiste asesino que lo llevaría a la tumba, porque no respeta fortunas. Tras el huracán Alex, entregó un donativo de 300 millones de pesos a los Estados del noreste de México. Al Gobierno de Rodrigo Medina le tocaron algo así como 100 millones de pesos, contantes y sonantes, para levantar en parte la infraestructura en ruinas.  

Cuenta Leopoldo Espinosa Benavides que don Roberto puso el ejemplo al Grupo de los Nueve y a los empresarios que criticaban al gobierno, “para que les dieran los contratos de proveeduría y las obras de reconstrucción”. Al final, la victoria moral fue de don Roberto. Pero la victoria en contratos jugosos fue para los empresarios criticones. Nadie sabe quiénes resultaron más ganones.

La nota apareció en los medios y don Roberto no buscó ni esperó el reconocimiento general, condición vaporoso si las hay. Al parecer, lo hizo de corazón. Solo días después, los gobernadores del noreste se enteraron, a la chita callada, que don Roberto aportó otra cantidad extra, con instrucciones precisas a sus incodicionales para que supervisaran cada peso donado, para vigilar que fuese a parar a la reconstrucción y no recalara en los bolsillo de políticos voraces, como suelen hacerlo en razón de los “usos y costumbres” regionales.  

Algo los conocía don Roberto, tan curtido en mañas de políticos poderosos, al margen de partidos aunque con agudo acento tricolor, muchos de los cuales, sin pudor, fueron sus amigos, como Carlos Salinas o Vicente Fox. Quizá alguno de ellos incluso lloren su recuerdo, junto con la parentela numerosa, al menos en los ratos de ocio que les depare el litigio de su cuantiosa herencia. Ya tendrán años para entretenerse.

No hay comentarios: