¿Cuál es el perfil criminal de
quienes perpetraron los asesinatos en el table dance Matehuala? Un
comportamiento violento que lleva a matar a sangre fría a 9 personas, puede
explicarse en términos sociológicos: en la mente de un delincuente se sedimenta
un entrono social adverso, una educación deficiente y una infancia desdichada,
pero la argumentación es tan endeble, por aislada, que cae por su propio peso.
Sin descartar la influencia del
medio ambiente en la conciencia de un criminal, lo cierto es que también
merecen combinarse estudios sobre posibles causas biológicas. Factores genéticos
contribuyen a provocar masacres como la de este negocio de alcohol en el centro
de Monterrey. Por ejemplo, un defecto en el hipocampo (zona del cerebro donde
se localizan los recuerdos) puede inducir a este tipo de criminales a olvidar
las consecuencias de su acción delictiva. Otra zona cerebral aún más importante
para detectar tendencias delictivas de no funcionar adecuadamente, es una zona
del cerebro localizada justo arriba de nuestros ojos, detrás de la frente. Es
ahí donde se determina si una persona será proclive o no a actuar con desdén
hacia la vida humana.
A esta parte del cerebro se le
denomina córtex prefrontal y es una especie de regulador natural de nuestro
comportamiento que tenemos los seres humanos, del cual carecen los animales. Si
funciona bien su córtex prefrontal, la persona podrá tomar libremente sus
decisiones moderando su agresividad y sus instintos primarios. Esta parte del
cerebro digamos que está controlada por los principios de convivencia razonada,
civilizada o, en otras palabras, por la ética.
Pero cuando el córtex prefrontal
sufre una falla, se daña y no envía señales claras de moderación, o estas señales
se emiten en forma distorsionada, el individuo estará predispuesto a la
violencia contra sus semejantes, se dejará llevar por sus instintos y será un delincuente
potencial. Es aquí donde comienzan las balaceras, los secuestros y las
mutilaciones sin clemencia en Nuevo León.
Por eso la falta de suficiente masa
cerebral, que representa incapacidad para generar estímulos emocionales, es una
marca distintiva de la mayoría de los psicópatas: cuando se les estudia
mediante encefalogramas, se comprueba que todos estos criminales padecen la
misma tara congénita o adquirida durante su infancia.
Si tales delincuentes fueron
maltratados o sufrieron un golpe severo en el cráneo, las lesiones pueden no
ser notorias a simple vista, pero sus implicaciones les afectarán
irremediablemente el resto de su vida adulta. Existe un punto en las
investigaciones científicas donde la biología y la sociología convergen.
Como puede verse, la conducta
criminal nace de una falta de estímulos emocionales. De ahí que, si bien no
podemos actuar en contra de las causas biológicas que conducen a una persona a caer
en la delincuencia, sí es posible construir un entorno social que propicie los
estímulos emocionales, y que ejercite colectivamente esta actividad cerebral.
De cara a las futuras generaciones, enseñarles respuestas emocionales adecuadas
a los menores, es la mejor educación que podemos impartirles. Nosotros lo adultos,
por lo pronto, tendremos que seguir viviendo esta agonía social sin análisis
correctos, sin atención de las autoridades públicas, y sujetos al deterioro
social que parece no tener final.
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