08 julio 2012

ESTRELLAS LEGENDARIAS; EQUIPOS DERROTADOS


En Nuevo León 65% de las nuevas empresas y comercios, es decir, más de la mitad de los nuevos negocios colapsan antes de cumplir dos años de operaciones. La causa de esta estadística fatídica suele apuntar al déficit de preparación en áreas clave como administración, mercadotecnia y ventas. Pero cabe añadir una explicación extra: la incapacidad del regiomontano para trabajar en equipo.

El nuevoleonés es relativamente creativo pero tropieza con sus pies cuando planea en equipo la ejecución de su idea. Priva más la lógica ortodoxa, vertical, que la lógica fluida y grupal (Edward De Bono). Suele cargarse la culpa del fracaso empresarial en una sola persona, el  administrador, el contador, un empleado. Pero el éxito tanto como el fracaso depende de un equipo que transita al unísono por el campo abierto del pensamiento lateral, o por los carriles sin salida del pensamiento cerrado.    

¿Un ejemplo deportivo? Lo estudia Jorge G. Castañeda en su libro “Mañana o Pasado” (2011): en los Juegos Olímpicos de 2008, en Bejin, los mexicanos registramos bajo rendimiento deportivo. No obtuvimos medallas olímpicas porque el desempeño de nuestros atletas fue deprimente. Pero viene el dato más revelador: no ganamos en ninguna competencia, salvo en dos: clavados (una medalla de bronce) y Tae Kwon Do (dos de oro). Ambos deportes, cabe advertir, no se juegan en equipo y son mas bien disciplinas individuales. Lo mismo nos pasa en box o tenis.

Al igual que en el entorno empresarial, si aludimos a victorias deportivas, nunca nos referimos a equipos, sino a atletas; no a grupos sino a personas: Ana Guevara, Hugo Sánchez, Lorena Ochoa, Soraya Jiménez, Javier “El Chicharito” Hernández. Todos excelentes en su especialidad, pero estrellas únicas, individuales. Escribe Castañeda: desde los Juegos Olímpicos del año 1900 en adelante, de las 55 medallas en total que hemos ganado, 47 fueron para deportes individuales y únicamente 8 para deportes colectivos.

En México no conocemos el valor de la convivencialidad, termino que para otros fines acuñó un gran (anti) educador austriaco-mexicano que quisimos tantos: Iván Illich. No sabemos configurar entornos gregarios; el pensamiento lateral nos da para innovar, pero no para ejecutar acciones colectivas. Por un lado, el recelo endémico nos sabotea la convivencia. Por otro, un prejuicio colectivo (Jung) nos pone en guardia y vacuna contra la derrota grupal: preferimos abonar al mérito de un solo héroe que trascienda por sí mismo, o centrar en un solo culpable la carga multifacética del fracaso.

¿Cómo podemos corregir el defecto de la no-convivencialidad? Destacando la confianza y el capital social como “hábitos del corazón” (Tocqueville) pro-sociales. La confianza es un “lubricante” para la cooperación social como el capital social lo es para la democracia. En Estados Unidos, por ejemplo, hay más de dos millones de organizaciones civiles, que defienden todas las causas imaginables: protectoras de animales, ambientalistas, feministas, religiosas, sanitarias, deportivas, etcétera. En Chile hay 35 mil de este mismo tipo, pero México sólo registra 8 mil asociaciones civiles, la mayoría de ellas religiosas.

Falta construir en Nuevo León la nueva sociabilidad, distraídas como están las autoridades locales en comprar votos y hurtar el presupuesto público. La nueva sociabilidad pasa por lo que Barry Wellman denomina “individualismo en red” (networked individualism): las comunidades son redes interpersonales que aportan apoyo, información, sentido de pertenencia e identidad social. En suma, aportan el valor de la convivencialidad. Sigue Wellman, cada ciudadano opera en múltiples redes de familiares, vecinos, amigos, hasta el punto de que podemos hablar de “comunidades personales”.

85% de los norteamericanos participan en 5 o más asociaciones, en México 85% no participan en ninguna. Y del 15% que sí lo hace distingamos entre participar en organizaciones civiles donde los miembros comparten valores comunes y  las otras donde se desarrollan lazos interpersonales: no se deben sopesar igual. La diferencia la explica Robert D. Putnam en su libro clásico: “Bowling Alone: The Collapse and Revival of American Community” (2000). El retraso de México en este rubro adquiere ribetes alarmantes porque la cultura cívica guarda relación con un gobierno local eficaz y transparente. 

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