18 julio 2012

EL DECLIVE DE LA VIOLENCIA


A veces, la ciencia apunta hacia un sentido y la percepción social hacia el opuesto. ¿Qué pasaría si un científico quisiera demostrarnos que la violencia está en declive y que las sociedades modernas son cada vez más seguras y pacíficas en comparación con las de nuestros antepasados? Pues eso lo acaba de comprobar sorprendentemente el profesor de psicología social de Harvard, Steven Pinker, en contra de lo que pensamos la mayoría de los nuevoleoneses, sumidos en una vorágine de crueldad y hechos delictivos sin precedentes.  

En un libro reciente, titulado The better angels of our nature: why violence has declined (Los mejores ángeles de nuestra naturaleza: por qué la violencia ha declinado) Pinker  hace un recorrido por la historia para demostrar con estadísticas y datos duros que el ser humano es cada vez más pacífico y que es falsa aquella idea romántica de que todo tiempo pasado fue mejor.

Pinker argumenta que antes de la creación del Estado, la probabilidad que tenía una persona de morir a manos de un semejante era superior a 60 por ciento. Es decir, que una de dos personas en promedio moría por culpa de la guerra o de un homicidio: ser asesinado antes de los 30 años era casi una seguridad letal. Es incalculable el número de genocidios, crueldades, torturas, abusos a mujeres y mutilaciones cometidas antes del siglo XXI. La Revolución Mexicana arrojó un millón de muertos y las condenas a muerte que decretaban personajes como Pancho Villa eran legendarias por su caprichosidad y sin sentido. Lo peor era su celebración morbosa en novelas y corridos. Incluso en los años 80, el índice de asesinatos era de diez por cada cien habitantes y para el año 2005 era de cinco. El problema es que en México estamos fuera de la media mundial.

¿Cuál es la causa de este declive de la violencia humana? Pinker señala, entre otras causas, el incremento actual de la empatía: a medida que la gente lee más periódicos, libros, revistas, convive entre sí, participa en redes sociales dentro y fuera de Internet, y en general se suma a la vida social, le resulta más fácil ponerse en el lugar del otro. Cuando uno convive con otras personas, nos es imposible deshumanizarlas y considerarlas objetos inanimados. Esto nos ejercita para guardar autocontrol y no actuar bajo instintos primarios e impulsos violentos. Es parte de la buena gestión de nuestras emociones. 

Otra explicación más simple es de clara estirpe capitalista: los seres humanos nos hemos vuelto desde un plano comercial más valiosos vivos que muertos: en vez de matar y robar posesiones al prójimo, la mayoría de la gente prefiere comprarlas. Es un principio de conveniencia que se abre a la convivencia.

En realidad, la explicación más convincente sobre el declive global de la violencia es la expansión como nunca antes de la educación social; la enseñanza de la razón nos hace ponernos en los zapatos de los demás; ser los demás. Causas sociales tan básicas como la protección y defensa de los animales abonan este propósito. El humanismo como fuente de valor: cuanto más formada está la gente, menos tiende a recurrir a la violencia y más se ejercita el altruismo. Por eso la educación es la principal fuerza pacificadora.

Si en Nuevo León nos atenemos a la tesis de Pinker, podemos argüir que la violencia local apenas es causada por una minoría social, grupúsculos sociopatas, de personalidad antisocial, con conducta agresiva e insensibilidad absoluta; una minoría sanguinaria, despiadada, pero abocada tarde o temprano al fracaso. Frente a esto, la mayoría de los ciudadanos no somos capaces, como sí lo hacían generaciones previas, a portar un arma, matar a la menor provocación y celebrar cada homicidio como un acto glorificante.

El machismo, el honor lavado en sangre, la venganza entre familias, es menor ahora que antes. Es difícil de creer en México, pero vivimos en un mundo más empático. Por eso el crimen organizado está condenado, de manera natural, a desaparecer de la faz de Monterrey. Ya se verá.  

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