¿Qué induce a ciertos alcaldes a creerse
expertos en desarrollo urbano, en seguridad pública, en vialidad? Un esbozo de
explicación reside en un ensayo científico desconocido en México: “Unskilled and Unaware of It: How
Difficulties in Recognizing One’s Own Incompetence Lead to Inflated
Self-Assessments”. Tras una serie de experimentos, sus dos autores David
Dunning y Justin Kruger llegaron a la siguiente conclusión: no hay nada más
atrevido que la ignorancia. La incompetencia es la causa; la imprudencia es la
consecuencia.
El complejo de estos ignorantes que se creen
expertos, ha sido estudiado ampliamente por la neurociencia y puede sintetizarse
así: los políticos que son
extremadamente malos en algo tienden a creer que son exageradamente buenos en
esa materia.
Hace algunos días, uno de estos nuevos
alcaldes incompetentes e imprudentes no cesó de interrumpir en un programa de
televisión a dos expertos en materia de desarrollo urbano. Además de confirmar
la tesis de Dunning y Kruger, agrego otra hipótesis similar: estos alcaldes
inventan sus mejores historias sobre asuntos que conocen mal o
mediocremente.
Basta preguntar a estos nuevos alcaldes sobre las causas y
medios de solución de la crisis económica, el desempleo, el rezago social, la
desigualdad global, etcétera, y nos darán con pelos y señales una cátedra, un storytelling que envidiaría por su
viveza cualquier sociólogo, economista o politólogo experto. En realidad estos
alcaldes no saben de lo que están hablando. Y es que casi nadie se da cuenta de
cómo sobreestimamos nuestras propias capacidades. Alcaldes como éstos con
problemas para administrar su propia casa, se autovaloran como administradores
públicos natos, a quienes les sobra cualquier clase de formación profesional.
Ahora bien, el fenómeno psicológico no es privativo de dichos
ediles: Dolors Reig, una gran
amiga y notable catedrática de la UOC, en Barcelona, ha investigado en diversas
habilidades y competencias una constante extraña: somos tremendamente optimistas acerca de las propias capacidades,
tendiendo a valorar a los demás en términos más negativos a los que serían
justos y objetivos. Podemos ser muy mediocres en algo y al mismo tiempo
no poseer las herramientas adecuadas para darnos cuenta de ello. “Una cuestión
de cognición y metacognición” observa Reig “formando un círculo vicioso.” En
suma, si uno no sabe de un tema, difícilmente se dará cuenta.
¿Cómo les quitamos a estos alcaldes su ignorancia imprudente en
tantos temas? Mediante entrenamiento lógico y científico para que sean
capaces de evaluar su manejo personal. Y es que el pensamiento crítico lo
usamos mucho para discriminar el conocimiento de los demás pero poco para
evaluarnos a nosotros mismos. Tan cierta es esta máxima que ya imagino la
opinión de alguno de estos alcaldes tras leer este artículo: “Pobre del alcalde
del municipio de al lado, ya le descubrieron lo imbécil que es y él sin darse
cuenta”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario