24 julio 2012

CON EL PODER DE MI TWEET


Recibo un par de críticas sobre mi post "Lo que usted no ve". El primero era franca en su conservadurismo militante: ¿por qué las televisoras tendrían que hacer concesiones gratuitas a las ocurrencias caprichosas de tanto "protestador greñudo"? 

Mi respuesta es doble: por un lado, los mexicanos hemos hecho tantas concesiones nada gratuitas a las televisoras, que ya es hora de que éstas reciban una sopa de su propio chocolate. Así vamos todos aprendiendo a ser demócratas de verdad, no nada más de dientes para afuera.

Por otro lado, esta denigración de los estudiantes que hace mi lector me recuerda la descripción prejuiciosa que hacía Ronald Reagan de un hippie: "Es un tipo greñudo como Tarzán, camina como Jane, y huele como Chita". Sin comentarios.

La otra crítica es más sociológica: me rebate mi lector que exagero la importancia de las redes sociales en las marchas juveniles de protesta. Quiero decirle a mi lectora que coincide, casi al pie de la letra, con la opinión de Malcolm Gladwell, el melenudo gurú de las tendencias actuales.

"En un artículo publicado por The New Yorker, en febrero de 2011, titulado “Does Egypt need Twitter” Gladwell niega que las redes sociales (que él denomina los “comos” de un acto de comunicación), puedan tener importancia en protestas sociales como las que llevan a derrocar a dictadores del Cercano Oriente.

Dice Gladwell que de haber escrito Mao en estos tiempos su conocida frase “el poder nace del fusil”, hubiéramos exclamado: “¿Viste lo que twitteó Mao?”

Comparto las ideas de Gladwell y de mi amable lectora. Pero sólo en parte: el activismo social requiere de raíces profundas y fuertes lazos que no se limitan a los nuevos medios alternos. Es obvio que la gente protestó y derribó gobiernos antes de que se inventara Facebook y antes de la llegada de Internet, incluso antes de que se inventara la bombilla eléctrica y mucho antes de que se inventara la rueda. La insatisfacción social siempre encontrará la manera de comunicarse a través de dispositivos de comunicación al uso: los mensajeros, los libelos, la prensa y hasta las señales de humo. 

Pero en el caso de las protestas juveniles masivas, como las de México, la rapidez con que se difunde el sentimiento social es gracias a los nuevos medios alternos: lo que antes ni siquiera se soñaba, ahora se volvió un recurso necesario.

Egipto sí necesita smartphones; sólo los dictadores como Mubarak, no. Occupy Wall Street sí requiere de Facebook, sólo Goldman Sachs no. #YoSoy132 sí ocupa Twitter, sólo Televisa no. Así de simple. 

Clyde Shirky, otro experto en redes sociales (para mi gusto el más acertado), comentó recientemente en una conferencia en León, Guanajuato, que las plataformas de participación colectiva (en otras palabras, las redes sociales), mejoran la democracia en países que la tienen, y la inventan en países que no la tienen. 

Shirky, un verborreico pelón de lucidez pasmosa, supone que la tecnología posibilita aunque no induce por sí sola el cambio social. Es el comportamiento de las masas  lo que provoca las reformas colectivas. Es decir, las marchas juveniles requieren, para su crecimiento de software y hardware, pero sobre todo necesitan de “Mindware” para que funcionen bien.

De manera que si hoy fuese gobernante Ronald Reagan, su comentario sobre el fétido Chita hubiese provocado un treanding topic. Y no se hubiera ocupado un Mao para que estallara una manifestación en contra suya de dimensiones colosales. 

Que me disculpen mis lectores junto con mi admirado Gladwell, pero ya sustituimos la frase maoísta de "el poder nace del fusil" por "el poder nace de un tweet".

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