02 junio 2012

MI MADRE



Ayer, mi madre salió de un hospital. Salió de pie. MI madre tiene su pensión, pero el sistema de seguridad social en México está quebrado. Lo mismo pasa en las instituciones de salud de todos los países que las tienen. Peor es que no existieran.

Pero algo tenemos que hacer y es urgente: la seguridad social, ya casi desmantelada, es un tema que no han abordado bien ninguno de los candidatos presidenciales. Y no entendemos porqué. Hay más de 10 millones de ancianos en nuestro país, de los cuales, 7 millones viven abandonados, en desamparo. Sólo tres millones de ellos gozan de una pensión. La cifra debería preocuparnos, porque esta pobre gente no tienen jubilación, ni pensión.  Y de los que sí están jubilados, solo 1 de cada tres está activo.

A mi madre, en una institución de salud pública le dijeron que no tenía nada grave; que regresara a la vuelta de un año, a ver cómo evolucionaba su mal.

Ayer mi madre salió de un hospital privado. Salió de pie. Pero no todas las madres de familia tienen esta misma suerte. En los hospitales públicos se les programan consultas diferidas a más de dos o tres semanas. Y se les atiende mal, casi al mayoreo, sin los tratamientos adecuados.

Ahora bulle un debate sobre si lo que debe hacer el gobierno es pagarle a las farmacias, para garantizar las medicinas a la gente. ¿No sería preferible que los funcionarios cumplieran lo que les ordena la ley y abasteciera suficientemente de medicinas en los hospitales públicos?

Es obvio que el problema no es de los médicos que trabajan en las instituciones de salud. En la mayoría de los casos, hacen lo que pueden y lo que está a su alcance, con los pocos recursos e instrumentos que tienen. Pero la cantidad de pacientes como mi madre es tan grande, que no hay cobertura suficiente. El Seguro Social tiene menos de una cama por cada mil derechohabientes. Y todos se enferman. Sin excepción. Es parte de la vida, y nadie está preparado para eso. ¿Les doy un consejo? Si usted es una persona mayor, sea optimista como mi madre. Ante las inclemencias de la vida, no se dejen vencer nunca. Y vean las cosas con naturalidad.

Ayer mi madre salió de un hospital y fue gracias a un médico a quien no teníamos el gusto de conocer, pero que a partir de ahora le debemos muchas cosas quizá intangibles, pero que se sienten y salen del corazón: afecto y gratitud.

Es el doctor Oscar Vidal que hace de la medicina un arte y de este arte una prueba de que Dios existe. El doctor Vidal es un excelente médico porque se puso en el lugar de mi madre, su paciente y vivió con toda su alma lo que su paciente vivió.

Ayer fue un día difícil para la gente: trabajo extenuante, calor intenso, tráfico vehicular: el estrés cotidiano. Pero qué importa. Ayer mi madre salió de un hospital. Y salió de pié. Y regresó a su casa, con los suyos, a seguir viviendo la hermosa vida. 

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