Ayer, mi madre salió de un
hospital. Salió de pie. MI madre tiene su pensión, pero el sistema de seguridad
social en México está quebrado. Lo mismo pasa en las instituciones de salud de
todos los países que las tienen. Peor es que no existieran.
Pero algo tenemos que hacer y es
urgente: la seguridad social, ya casi desmantelada, es un tema que no han
abordado bien ninguno de los candidatos presidenciales. Y no entendemos porqué.
Hay más de 10 millones de ancianos en nuestro país, de los cuales, 7 millones
viven abandonados, en desamparo. Sólo tres millones de ellos gozan de una
pensión. La cifra debería preocuparnos, porque esta pobre gente no tienen
jubilación, ni pensión. Y de los
que sí están jubilados, solo 1 de cada tres está activo.
A mi madre, en una institución de
salud pública le dijeron que no tenía nada grave; que regresara a la vuelta de
un año, a ver cómo evolucionaba su mal.
Ayer mi madre salió de un hospital
privado. Salió de pie. Pero no todas las madres de familia tienen esta misma
suerte. En los hospitales públicos se les programan consultas diferidas a más
de dos o tres semanas. Y se les atiende mal, casi al mayoreo, sin los
tratamientos adecuados.
Ahora bulle un debate sobre si lo que
debe hacer el gobierno es pagarle a las farmacias, para garantizar las
medicinas a la gente. ¿No sería preferible que los funcionarios cumplieran lo
que les ordena la ley y abasteciera suficientemente de medicinas en los
hospitales públicos?
Es obvio que el problema no es de
los médicos que trabajan en las instituciones de salud. En la mayoría de los
casos, hacen lo que pueden y lo que está a su alcance, con los pocos recursos e
instrumentos que tienen. Pero la cantidad de pacientes como mi madre es tan
grande, que no hay cobertura suficiente. El Seguro Social tiene menos de una
cama por cada mil derechohabientes. Y todos se enferman. Sin excepción. Es
parte de la vida, y nadie está preparado para eso. ¿Les doy un consejo? Si usted es una persona mayor, sea
optimista como mi madre. Ante las inclemencias de la vida, no se dejen vencer
nunca. Y vean las cosas con naturalidad.
Ayer mi madre salió de un hospital
y fue gracias a un médico a quien no teníamos el gusto de conocer, pero que a
partir de ahora le debemos muchas cosas quizá intangibles, pero que se sienten
y salen del corazón: afecto y gratitud.
Es el doctor Oscar Vidal que hace
de la medicina un arte y de este arte una prueba de que Dios existe. El doctor
Vidal es un excelente médico porque se puso en el lugar de mi madre, su
paciente y vivió con toda su alma lo que su paciente vivió.
Ayer fue un día difícil para la
gente: trabajo extenuante, calor intenso, tráfico vehicular: el estrés
cotidiano. Pero qué importa. Ayer mi madre salió de un hospital. Y salió de
pié. Y regresó a su casa, con los suyos, a seguir viviendo la hermosa vida.
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