04 junio 2012

EN LAS AGUAS AZULES DEL CÁLCULO ELECTORAL





…en las aguas heladas del cálculo egoísta”.
Marx

Monterrey pasa de la judicialización de la política a la judicialización de las campañas. En la contienda entre Felipe Enríquez y Margarita Arellanes, la denuncia roba espacio al spot publicitario, la confrontación es una pesquisa, los debates un careo, los titulares de los medios, la barandilla del juzgado. De la casa de descanso en Houston a la mansión en Renacimiento; de la delegación de SEDESOL como trampolín en el escalafón social, al compadrazgo (¿ilícito?) con Peña Nieto.

Si atendemos la encuesta de El Norte, Felipe pierde pisada porque su figura se asocia a malversación; si revisamos las encuestas de GCE, Margarita desploma su inicial tendencia a la alza dado su crush con Larrazabal. Oscilamos entre la fiesta de las balas y el jolgorio de las encuestas. En Monterrey casi no hay poll, sino push-poll y la estadística electoral, al igual que la paternidad, es una acto de fe. En cada casa hay un compadre o un encuestador metido en un armario.   

La espiral de denuncias recíprocas entre Felipe y Margarita apunta a las fibras sensibles de un único público-meta: el típico regio lector de El Norte, esponja de chismes truculentos y del escándalo como única herramienta didáctica para formar criterio en la elección de sus gobernantes. Este público-meta, cliente electoral, o nicho de mercado, es el único que explotan Felipe y Margarita.

Si la política en Monterrey fuese un negocio –como supuestamente no lo es — a este fenómeno de búsqueda de mercados se le llamaría océano rojo, según la célebre metáfora de Kim y Mauborgne, autores de Blue Ocean Strategy. La ruda competencia por ganar mercados se tiñe de sangre al pelear por el crecimiento propio a costa de los competidores. La utilidad lo es todo. Las empresas, como los candidatos, compiten en estos océanos rojos obteniendo ganancias electorales cada vez menos rentables y cada vez más desgastantes para sí mismos.

No es culpa de ellos: es también resultado de una clientela que entiende las contiendas electorales como pasarela de políticos corruptos, guiados, moldeados y a veces manipulados por medios de comunicación que ajustan sus ataques periodísticos en razón de los ingresos que ganan, metiendo la mano en los bolsillos de cada contendiente. Los únicos beneficiarios en Monterrey del fundraising (captación de fondos) son varios de éstos medios. ¿Quiénes son más inescrupulosos?

Pero en Monterrey existe otro tipo de mercado electoral que ni Felipe ni Margarita han explorado; clientes-electores potenciales que deciden su voto a partir de otros criterios, sin ajustarse al esquema del acto masivo, el desayuno multitudinario o los titulares de los periódicos. De nuevo, si las contiendas electorales fuesen un mercado, a este tipo distinto de clientes les llamaría el océano azul, un espacio donde no están los rivales, se crea una nueva demanda y el candidato emprendedor puede generar valor siendo altamente competitivo.

Este océano azul son las redes sociales. Con una advertencia: las redes sociales no son el mercado (como piensan los candidatos de Monterrey) sino apenas el espacio donde, aplicando la innovación adecuada, pueden ganar clientes-usuarios-electores. Y esto no se obtiene diseñando un portal que nadie ve, o abriendo una página en Facebook o Twitter (administrada por un community manager asalariado y disfrazado del candidato). Eso sería flotar en el océano rojo creyendo que ya se navega en el océano azul. 

¿Y si Felipe cortara otra margarita? ¿Y si en vez de deshojar la margarita tradicional, cortara otra flor: la de los usuarios-electores en red? ¿La del social media? ¿La de los nativos digitales, migrantes digitales, followers, early-adopters, que también son parte de la comunidad regia y suelen votar? Las campañas son, alternadamente, online y offline. En la web, la creación de reputación personal no es rápida, pero sí más sólida. Es más barata (y moralmente más decorosa) que pagar un desplegado periodístico. La empatía se gana siendo uno más: se piensa que Internet puede utilizarse como marquesina de anuncios, cuando en realidad es un ágora de discusión pública, de integrantes del smartmob, sin intermediarios ni representantes personales.  

Menciono algunas de estas ideas en línea, convertidas ya en herramientas públicas en otras comunidades: de entrada la IP-TV, de la cual Los Tubos es pionero. Otra es SeeClickFix, un servicio público usado en Washington y San Francisco, donde la gente reporta problemas de su cuadra o colonia sobre salud, tráfico, vialidad, mantenimiento de escuelas, parques, para solicitar que los reparen y que algunos ciudadanos ya estamos aplicando gratuitamente en San Pedro. Otro es la plataforma Ushahidi, creada en Kenia por nuestra amiga de facebook, la abogada Ory Okolloh, que usamos por primera vez a nivel nacional un grupo de ciudadanos de Nuevo León para enterarnos en tiempo real por nuestros smartphones, de las balaceras o incidentes de inseguridad en nuestra ciudad y que bautizamos como YaV@s. Otra plataforma, ésta eminentemente electoral, es WithMitt, útil para que cada simpatizante diseñe su propia publicidad para el candidato y la comparta a su comunidad-red.

Margarita y Felipe hacen campaña en una sociedad híbrida, tanto real como virtual, en un entorno de infoxicación (saturación de información que intoxica a los usuarios), y donde el océano rojo de electores-ciudadanos, convive con el océano azul de electores-usuarios. En el océano rojo ocurren sangrientas batallas navales. En el océano azul ocurren prácticas de innovación. Margarita y Felipe tienen que navegar en las dos aguas, en los mares virtuales y en los del mundo real: apostemos quién de los dos naufragará. 


(ARTÍCULO PARA LOS TUBOS: 4 DE JUNIO DE 20129)














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