Conocer a un hombre redimido es un
fenómeno poco frecuente. Hace unos días, en el salón de un hotel de Santa Fe, en
ciudad de México, pude conocer a uno de esos. Michael Milken, creador de los
bono-basura, nos impartió una charla sobre espiritualidad y remedios contra el
cáncer. En un par de minutos le expuse el plan que tenemos algunos
regiomontanos de promover los test genéticos en la lucha contra el cáncer. Me
miró asombrado: “¿En México no se aplica este procedimiento?” Mi negativa le
inspiró una confesión lacónica: “de no ser por los test genéticos yo estaría
muerto”. “Y sin redimirse”, añadí
en silencio.
Pero
Mike Milken gozó de una segunda oportunidad en su vida. Y la aprovechó con
creces. En sus buenos años fue el financiero más influyentes de Wall Street, a la par que un disoluto.
Pienso en él como Shylock, el usurero judío del Mercader de Venecia. Por años logró engañar a medio mundo con
"bonos basura", esos artefactos financieros con los que Milken se
embolsó una fortuna de millones de dólares.
Con
su financiera Drexel Burnham Lambert,
Milken provocó artificialmente un boom en bonos de alto riesgo. Los
rendimientos volvieron millonarios a muchos inversionistas, incluyéndolo a él.
Regreso a Shakespeare: Milken era “en su astucia un zorro, en la rapacidad un
lobo, y en agarrar su presa, un león”.
Hasta
que apareció un fiscal de hierro llamado Rudolph Giuliani. Acusado de falsear
información Milken fue procesado por Giuliani en los años noventa y declarado
culpable. Purgó 22 meses de los diez años de su sentenci. La prensa se ensañó
con él. La financiera Drexel Burnham
Lambert se declaró en quiebra y Wall Street juró no volver a tropezar en
la piedra de los excesos y la exuberancia irracional. Milken acabó vilipendiado
por sus propios amigos.
Días
después de salir de prisión, a los 45 años, el ex convicto Milken recibió de un
oncólogo la noticia de que sufría cáncer de próstata. Le dieron dos años de
vida y decidió disciplinarse con hábitos monásticos. Se volvió vegetariano,
practicó la meditación transpersonal y tonificó su cuerpo con ejercicio
cardiovascular. Su quiste maligno quedó encapsulado.
Entonces
le brotaron dotes de hechicero financiero. En la cena de Santa Fe nos profetizó
que la crisis mundial tendrá final feliz: los mercados de valores se
recuperarán y la economía despegará lenta pero segura. ¿La moraleja para México
y para cada uno de los comensales a la cena? Son dos. La primera: en medio de
una crisis mundial o personal, no exageres los riesgos. La segunda: reduce tus
gastos para que tus ahorros no sufran déficit.
Milken
culminó su auto-disciplina publicando un libro que se convirtió en best seller:
The Taste of Living, recetario para
luchar contra el cáncer. Vale la pena leerlo. ¿La cereza en el pastel de su
redención? Se volvió filántropo: creó la Asociación
para la Cura del Cáncer y fundó una red de educación virtual, Knowledge
Universe (de la cual varios regios
somos miembros) y un centro de investigación: el Milken Institute.
Recientemente subió la página-web: www.mikemilken.com
donde desarticula los argumentos en su contra y hace un acto permanente de
contrición.
La vida de Mike Milken la pudo haber imaginado Shakespeare y ser
rubricada con el monólogo del Rey Lear: "Lujo devorador, he aquí tu
remedio: sufre lo que los desheredados sufren y despójate de lo superfluo de
tus bienes, repartiéndolo entre los pobres y alcanzando perdones del
cielo".
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