Lo
dice Cobb, el personaje que interpreta Leonardo di Caprio en el film "El Origen": una idea es como un virus, altamente resistente y contagiosa; se
propala como una epidemia. Al igual que la película de Christopher Nolan, la función de la
filosofía (si es que alguna le queda en su modalidad ontológica), consiste en
buscar alternativas a lo real.
Aclaro:
alternativas y no sustitutos a la realidad. El quehacer filosófico no es arte
de escapismo ni creación de conceptos, ni destilación de angustia existencial,
sino diseño de ideas alternas que resistan y contagien a un mundo disperso. El
filósofo es una criatura creativa, outsider y fronteriza. Su tarea es marginal
y radical; ajena al inmovilismo de los conceptos oficiales. Los atributos de
esta filosofía de la periferia paradójicamente sistemática (que no es humana
sino dinamita, diría Nietzche), es ser seminal, frágil y no cumple sus
postulados de existir con sólo elucubrar consensos.
El fin último de la filosofía es polemizar; desarticular lo articulado,
desarmar lo armado; dinamitar conceptos/monolitos consensuados por lo oficial
establecido. Y su lenguaje es la brevedad, el aforismo fastidiado de silogismos
y el microrrelato a manera de argumento. La filosofía es la brevedad de la
esencia y la bacteria que gana porque resiste.
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