14 febrero 2011

MALCOM GLADWELL EN EGIPTO



Ayer recibí un par de mails de lectores que no coinciden con mi artículo "Lo que usted no ve". El primero era franco en su conservadurismo militante: ¿por qué las televisoras tendrían que hacer concesiones gratuitas a las ocurrencia caprichosa de tanto "protestador greñudo"? 


Mi respuesta es simple: por un lado, los mexicanos hemos hecho tantas concesiones nada gratuitas a las televisoras, que ya es hora de que éstas reciban una sopa de su propio chocolate. Así vamos todos aprendiendo a ser demócratas de verdad, no nada más de dientes para afuera.


Por otro lado, esta denigración de los estudiantes que hace mi querido lector (en este caso lectora) me recuerda la descripción que hacía Ronald Reagan, de un joven manifestante: "Es un ser greñudo como Tarzán, casi desnudo como Jane, y maloliente como Chita". Sin comentarios.


El otro mail es más sociológico: me rebate mi lector (en este caso, también lectora) que exagero la importancia de las redes sociales y de Internet en los movimientos juveniles de protesta. Quiero decirle a mi lectora que coincide, casi al pie de la letra, con la opinión de Malcolm Gladwell, el melenudo gurú de las tendencias actuales.


"En un artículo publicado por The New Yorker, en febrero de 2011, titulado “Does Egypt need Tweitter” Gladwell niega que las redes sociales, que él denomina los “comos” de un acto de comunicación, puedan tener importancia en protestas sociales como las que llevaron a derrocar dictaduras recientes como la de Egipto y Libia. 


Dice Gladwell que de haber escrito Mao en estos tiempos su conocida frase “el poder nace del fusil”, hubiéramos exclamado: “¿Viste lo que twitteó Mao?”

Comparto las ideas de Gladwell y de mi amable lectora. Pero, ni modo, sólo en parte: coincido, el activismo social requiere de raíces profundas y fuertes lazos que no se limitan a los nuevos medios alternos. Es obvio que la gente protestó y derribó gobiernos antes de que se inventara Facebook y antes de la llegada de Internet, incluso antes de que se inventara la bombilla eléctrica y me atrevo a decir, antes de que se inventara la rueda. La insatisfacción social siempre encontrará la manera de comunicarse a través de dispositivos de comunicación al uso: los mensajeros, los libelos, la prensa y hasta las señales de humo. 


Pero en el caso de las protestas juveniles masivas, como las de México, la rapidez con que se difunde el sentimiento social es gracias a los nuevos medios alternos: lo que antes ni siquiera se soñaba, ahora se volvió un recurso necesario.


Egipto sí necesita smartphones; sólo los dictadores como Mubarak, no. Occupy Wall Street sí requiere de Facebook, sólo Goldman Sachs no. #YoSoy132 sí ocupa Twitter, sólo Televisa no. Así de simple. 


Clyde Shirky, otro experto en redes sociales (para mi gusto el más acertado), comentó recientemente en una conferencia en León, Guanajuato, que las plataformas de participación colectiva (en otras palabras, las redes sociales), mejoran la democracia en países que la tienen, y la inventan en países que no la tienen. 


Shirky, un verborreico pelón de lucidez pasmosa, supone que la tecnología, posibilita aunque no induce, por sí sola el cambio social. Es el comportamiento de las masas  lo que  provoca las reformas colectivas. Es decir, las marchas juveniles requieren, para su crecimiento de software y hardware, pero sobre todo se necesita de “Mindware” para que las reformas funcionen bien.


De manera que si hoy fuese gobernante Ronald Reagan, su comentario sobre el fétido Chita hubiese provocado un treanding topic. Y no se hubiera ocupado un Marx para estallara una manifestación de dimensiones colosales. 


Que me disculpen mis amables lectoras junto con mi admirado Gladwell, pero ya sustituimos la frase marxista de "el poder nace del fusil" por "el poder nace de un twitt".  

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