La discusión sobre el verdadero papel que desempeñaron los nuevos medios en la revolución egipcia del 25 de enero pasado es un falso debate. Incluso puede ser una cortina de humo que nos distraiga de lo importante sobre el derrocamiento del presidente Mubarak. ¿Pero qué es lo importante en este hecho inédito en la historia mundial? En principio de cuentas que la transición democrática en Egipto no termina de consumarse sino que acaba de empezar. Y que si bien las redes sociales ayudan a tumbar gobiernos, no sabemos si ayudan a formarlos.
Eso no parece desvelar a intelectuales mediático como el norteamericano Malcom Gladwell y el ruso Evegny Mozorov quienes, por condenar un exceso (pensar que la egipcia es la primera revolución twittera) incurren en otro (creer que los nuevos medios no fueron relevantes en este radical cambio de mandos). Coincido con otros analistas como Jeff Jarvis y Jay Rosen cuando nos piden no caer en impresiones absolutistas y por ende aconsejan prudencia a la hora de calificar un acontecimiento histórico que aún falta por desplegarse. En ambos casos, la ceguera es evidente. Es más: una revolución instantánea como la vivida por el pueblo egipcio porta un aura de misterio que levanta intrigas antes que certezas.
Lo que sí podemos pedir a fundamentalistas occidentales como Gladwell, es que no cancelen por anticipado el análisis del rol que jugaron medios como Twitter y Facebook en estos hechos que son parteaguas en la historia moderna del mundo. Porque si les hacemos caso, dejaremos de elucubrar cómo pudo depositarse tan rápidamente (cuestión de días) la opinión articulada de los líderes de opinión en la conciencia colectiva. O al revés: como pudieron interpretar los líderes de opinión en pocas horas el sentir de la mayoría. Pero ambas posiciones se evaporan con la obviedad de Gladwell: hubo revoluciones mucho antes de que apareciesen las redes sociales.
Lo que no entiende Gladwell, a pesar de ser un analista tan competente, es que lo existente ahora y no antes, es la rapidez con que se propaga una idea libertaria. Este factor de difusión inmediata es nuevo y no se puede descartar de un plumazo. Menos se vale menospreciar a las redes sociales que, en un santiamén, conectaron grandes flujos de información propiciando lo inaudito: hacer pasar a la gente de ser meros espectadores a participantes activos. ¿Cómo? Fácil: diseminando valores compartidos que, en un clima de zozobra social, violencia urbana y parálisis política, aunado a tecnologías sociales en expansión, se detonan como quien quita el seguro a una granada. A partir de ese punto de inflexión, las posibilidades de un movimiento subversivo son naturales e incluso esperables, lo mismo en Túnez que en Egipto. ¿Y en Monterrey?
Lo que no entiende Gladwell, a pesar de ser un analista tan competente, es que lo existente ahora y no antes, es la rapidez con que se propaga una idea libertaria. Este factor de difusión inmediata es nuevo y no se puede descartar de un plumazo. Menos se vale menospreciar a las redes sociales que, en un santiamén, conectaron grandes flujos de información propiciando lo inaudito: hacer pasar a la gente de ser meros espectadores a participantes activos. ¿Cómo? Fácil: diseminando valores compartidos que, en un clima de zozobra social, violencia urbana y parálisis política, aunado a tecnologías sociales en expansión, se detonan como quien quita el seguro a una granada. A partir de ese punto de inflexión, las posibilidades de un movimiento subversivo son naturales e incluso esperables, lo mismo en Túnez que en Egipto. ¿Y en Monterrey?
No hay comentarios:
Publicar un comentario