Los diarios digitales compiten contra los formatos físicos en un duelo mortal sin tregua por ganar lectores. Pero las estadísticas no mienten: aún falta una buena cantidad de años para que el lector acostumbrado a recoger el periódico a las puertas de su casa migre al soporte digital.
En su libro “The Vanished News”, Phillip Meyer, el célebre autor del “periodismo de precisión”, pronosticaba ese paso irreversible para 2043, pero curiosamente en 2008 se desdijo, con el argumento de que en aquel momento, cuando publicó su predicción, no existía Internet y su pesimismo se enfocaba más bien a criticar la inserción del variables mercantilistas en un escenario social donde la comunicación sería escasamente valorada y redundante. Otros analistas como Ross Dawson consideran que la impresión informativa verá su final en EUA el 2017, en el Reino Unido en 2019, en Canadá en 2020, en Finlandia y Singapur en 2021, y en México en 2033 [1].
Por lo pronto, la mayoría de los lectores de periódicos recurren lo mismo a la impresa y la digital, a veces a intervalos de menos de un par de horas entre una y otra, por lo que el fenómeno mediático que realmente espera ser estudiado no es la muerte de la prensa escrita, ni la victoria pírrica de la prensa digital, sino la convivencia de ambas opciones. El propio Meyer considera que el medio en papel “da mejor información local y es más cercano a la gente” [2] hipótesis que no concuerda con el número de internautas que prefieren enterarse de lo que sucede en su ciudad o en su barrio siguiendo los post de varios blog o los hashtags en Twitter.
Ahora bien, tampoco hace sentido lo contrario: el dominio de las notas globales ni por asomo lo tiene la red y menos el periodismo on line, a menudo tan efímero y por lo tanto urgido de interpretar sosegadamente el devenir de los acontecimientos. Sigue Meyer aduciendo que el periodismo auténtico, lo mismo en el plano físico como en el de la red, tiene que entrar en una nueva relación entre el mundo publicitario y el de la comunicación, porque “se estructura sobre la confianza y no solo con la mercadotecnia de la publicidad”[3], situación en la que cae más fácilmente el periodismo impreso, entre otras razones porque la red apenas anda en la exploración de los medios mercadotécnicos más convenientes para que sus sitios web sean autofinanciables y en este rubro, la prensa física ya tiene un largo camino recorrido.
Y cuando la disyuntiva entre prensa digital e impresa parecía alcanzar su cénit, un nuevo formato aparece en el horizonte con la asociación de Steve Jobs y Rupert Murdoch (que no deja de apostar por los contenidos de pago desde que The Wall Street Journal comenzó a cobrar por el acceso a su sitio web en 1997). El gigante grupo de comunicación New Corp, dueño de publicaciones como The Time y cadenas de televisión como Fox, se asocia con Apple, e invierten 30 millones de dólares durante el primer año, para publicar un rotativo exclusivo para iPad o la Galaxy Tab, dispositivos que pueden concebir un diseño semejante al diario impreso.
The Daily se devela en un acto en el Museo Guggenheim, Manhattan, en febrero del 2011 como aplicación de iTunes por suscripción (99 centavos por semana por el que descargará automáticamente cada mañana el número del día), sin versión en papel, con el reclutamiento de 150 periodistas coordinados por Jesso Angelo, un editor reconocido del New York Post, que parte de la premisa bélica de desbancar a los otros dos formatos, desde el soporte novedoso y las posibilidades de la Interface táctil de las tablets, así como la facilidad que brindan para el cross-media: links, videos, hipertextos, gráficos interactivos.
Otra vez resulta descabellada y utópica la idea de compartir espacios entre diversas modalidades de periodismo: la única meta de este nuevo modelo de negocio consiste en desbancar al contrario y, en el caso de Apple, arrancar una estructura de pago a través de iTunes para las publicaciones impresas que pretendan migrar sus contenidos al espacio digital.
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