Clay Shirky ha escrito sobre los excedentes del ser humano: el poder del cerebro que utilizamos y lo que seríamos capaces de hacer con él de restarle tiempo a ver televisión. En colaboración con Martin Wattenberg de IBM, Shirky ha calculado que el proyecto de participación colectiva de Wikipedia, por ejemplo, ha consumido algo así como 98 millones de horas de pensamiento humano. Otro calculo válido para comparar las horas que invertimos como sociedad viendo televisión frente a las que dedicamos a la participación colectiva, es que nada más en Estados Unidos se consumen 200 mil millones de horas como televidentes. En otras palabras, cabrían 2 mil proyectos de participación colectiva para Wikipedia en la cantidad de tiempo de audiencia televisiva. Imaginemos lo que podríamos hacer como género humano con este arsenal de productos colectivos y beneficio común.
Desde luego, nadie en su sano juicio acusaría legalmente a la gente por ver televisión. Si acaso, se criticaría moralmente a los adictos televisivos por consumir tanto tiempo en un ocio sin oficio ni beneficio (afirmación que está por verse dado las modernas y complejas series de HBO), como nadie tampoco criticaría legalmente a los internautas por participar colectivamente en una plataforma virtual o un sitio web. Pero resulta que el gobierno de Estados Unidos comenzó una persecución contra Wikipedia, exigiendo a Twitter que le entregue los datos y las actividades de la cuenta de Julian Assange y seguidores suyos (incluyendo al cabo del ejercito estadounidense Bradley Manning, sospechoso de ser la fuente de los documentos publicados por Wikileaks), mediante una requisitoria judicial en la sede de esa compañía en San Francisco.
Si se descubrió el caso de Twitter se debió unicamente porque esta compañía no se amedrentó y tomó medidas legales (cuenta con cláusulas para notificar a sus usuarios sobre cualquier petición de información por parte de gobierno en contra suya) lo cual significa que bien pudo no haber sido la única red social presionada por el gobierno de Obama. La respuesta de Wikileaks ha sido de sentido común: “Si el gobierno iraní intentara obtener por la fuerza esta información de los periodistas y activistas, los grupos defensores de derechos humanos de todo el mundo protestarían”.
La verdad es que una buena cantidad de ONG´s que circulan por el mundo proclamando los derechos humanos no son más que caretas del poderío estadounidense para meter baza en Oriente y la Europa del Este, con argumentos democráticos y liberales que uno suscribe al pie de la letra, pero que los gobiernos liberales no se aplican a sí mismos, desde que el senador Joseph McCarthy y el policía J. Edgar Hoover iniciaron una cacería de brujas en territorio norteamericano con un empecinamiento visceral que envidiarían las naciones más dictatoriales del mundo o cualquier sátrapa africano.
Nadie puede meter las manos al fuego por Julian Assange, un hactivista con secretos personales no revelados y misterios psiquiátricos en espera aún de un buen terapeuta, pero el gobierno ha conculcado las garantías no de un sospechoso de terrorismo, sino de la web en su conjunto, dañando los principios de la libertad de expresión, de la transparencia democrática y la participación colectiva y resucitando las prácticas legales pero represivas de Nixon, McCarthy, Hoover y compañía. Se agrava este atentado a la democracia con la paradoja de que quien jala el gatillo de esta arma autoritaria es un gobierno supuestamente liberal en el que se depositó el entusiasmo de la por la políticamente apática Generación Net.
¿Por qué en vez de haber sido recluido sin cargos en el Campamento Arifjan en Kuwait al militar Bradley Manning luego sometido a condiciones de extrema vigilancia y torturado con el aislamiento extremo, por instrucciones del Pentágono, no se atendieron las pruebas flagrantes de violación de derechos humanos que aportó este joven militar y que cometieron compañeros suyos del Ejercito, los cuales se filtraron junto con otros cables diplomáticos en Wikileaks? Un sitio web creado bajo el dominio www.bradleymanning.org dice lo que el gobierno de la Primera Potencia quiere silenciar: “exposing war crimes is not a crime”, lo que demuestra que el gobierno de Estados Unidos sigue manteniendo los mismos traumas no resueltos de paranoia conspirativa de la administración Nixon, cuando se pretendió expulsar de ese país a artistas de la talla John Lennon, por el grave delito de haber cantado proclamas entre 1964 y 1975 contra la guerra de Vietnam del Sur.
De rebasar esta línea vedada que divide la legalidad de la legitimidad en sus prácticas gubernamentales, la administración de Obama parece aspirar a retornar al escenario cómodo de los ciudadanos como televidentes individuales, duplicando los 200 millones de horas sentados frente al televisor, y olvidando bajo presión y requisitorias judiciales que alguna vez se pudo horadar la mole granítica del poder político y económico de las grandes potencias.
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