Los periodistas tienen derecho a reflejar la verdad de los hechos, pero también a denunciar los abusos del poder y las mentiras de la propaganda política. En los albores del siglo XX nació el periodismo de denuncia y con él brotaron como hongos los hombres de medios que denunciaban las arbitrariedades y atentados a los derechos humanos de los gobiernos; a esos periodistas que no se amedrentaban con la censura y la represión, los dueños del poder financiero y político los descalificaban con el mote de muckrakers “escarbadores de basura”.
El compromiso que demandó Sartre para la literatura fue recogido por los denunciadores con buenos resultados a partir de los años sesenta cuando las fuentes oficiales se volvieron sospechosas de mentir y simular las verdaderas intenciones del poder político. Ralph Nader fue uno de los representantes más conspicuos de este periodismo sin anteojeras y dispuesto a escarbar en los cerros de basura de la industria automotriz, con su artículo “The safe car you can´t buy” que dio lugar a su libro de denuncia “Unsafe at any Speedy”, al punto de sacar del mercado una serie de vehículos fabricados en línea sin control de calidad en la seguridad de los pasajeros. Su defensa del consumidor le ganó ser nombrado por la revista Time Magazine como uno de los 100 estadounidenses más influyentes del siglo XX.
Otro notable muckraker de esa época sesentera, fue Seymour Hersh, uno de los pioneros en denunciar los excesos del ejército norteamericano en Vietnam, sobre todo con sus notas sobre la masacre de My Lai, publicadas en noviembre de 1969 en el diario St. Louis Post Dispatch. El trabajo de denuncia de este muckraker ha continuado hasta 2004 cuando reveló al mundo las torturas contra iraquíes en la cárcer de Abu Ghraib, reportaje en el que dejó mal parado al propio Ministro de Defensa de EUA, Donald Rumsfeld.
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