En la revuelta popular de Túnez de principios de 2010, en contra del tirano presidente Zine El Abdine Ben Ali, la Internet fue el medio de comunicación de masas ideal por el flujo de información que circuló dentro del país y en el mundo. Fue un movimiento social en contra de la maquinaria de propaganda que tanto prestigio le redituó al sátrapa tunecino por 23 años. Esta hipótesis puede ser discutida en razón del grado de influencia de la red, pero es innegable el papel determinante que jugó. El detonador del estallido social fue la inmolación en Sidi Bouzid de un joven programador de 23 años, convertido a su pesar en vendedor ambulante, Mohammed Bouazizi, cuyo sacrificio mortal por no encontrar trabajo levantó una ola de indignación social que aprovechó la web para expresarse contra su corrupto gobierno.
La juventud de la clase media tunecina se movilizó en la red social para denunciar los gastos onerosos de la esposa del mandatario y su familia, los Trabelsi, exhibidos un par de meses antes por los cables diplomáticos de Wikileaks. Las clases medias, vigiladas y flageladas por los engranajes de delación, cárcel y torturas operadas por la Guardia Nacional y la Policía de Ben Alí, reaccionaron a la represión en tiempo real, con la tecnología que más tenían a mano: Internet y, sobre todo, sitios como la comunidad internacional de bloggers Global Voice a donde recurrieron medios ciudadanos de 150 naciones para intercambiar noticias y opiniones, y por supuesto la reconexión global que propicia Twitter, bajo el hashtag #sidibouzid. Los hackers que integran Anonymus respondieron atentando contra las webs de la presidencia, el gobierno y las principales instituciones públicas, y las restantes, según Tunisie Numérique, prefirieron cerrar a ceder al ataque de los defensores justicieros de Julian Assange. La consiga de Anonymus era: "contra la censura insultante".
En Túnez, un país de 10 millones de habitantes, con más de medio millón en el desempleo, a pesar de ser el país con la mayor renta per cápita del Magreb, son más de 3 millones y medio de internautas, de los cuales 1.4 millones usan Facebook, una cantidad muy considerable, al grado de que el gobierno había intentado censurarlos y hasta encarcelarlos. Todos los medios y redes sociales sufrieron represalias, menos Al JazeeraTV [1] y cientos de bloggers así como muchas plataformas digitales fueron bloqueadas; Gmail y otros servicios en línea sufrieron ataques de phishing y raperos que subían videos a youtube y DailyMotion o recurrían a Foursquare para ubicar geográficamente a las víctimas de la dictadura, fueron detenidos a raíz de las movilizaciones sociales. La suma es de más de 60 muertos. Es irónico que estas sean las cifras negativas de una país que en 2005 fue elegido sede de la Cumbre sobre la Sociedad de la Información.
En Túnez, un país de 10 millones de habitantes, con más de medio millón en el desempleo, a pesar de ser el país con la mayor renta per cápita del Magreb, son más de 3 millones y medio de internautas, de los cuales 1.4 millones usan Facebook, una cantidad muy considerable, al grado de que el gobierno había intentado censurarlos y hasta encarcelarlos. Todos los medios y redes sociales sufrieron represalias, menos Al JazeeraTV [1] y cientos de bloggers así como muchas plataformas digitales fueron bloqueadas; Gmail y otros servicios en línea sufrieron ataques de phishing y raperos que subían videos a youtube y DailyMotion o recurrían a Foursquare para ubicar geográficamente a las víctimas de la dictadura, fueron detenidos a raíz de las movilizaciones sociales. La suma es de más de 60 muertos. Es irónico que estas sean las cifras negativas de una país que en 2005 fue elegido sede de la Cumbre sobre la Sociedad de la Información.
Cuando una muchedumbre articula mecanismos de autoorganización y se convierte en una comunidad conectada o sociedad red, su frustración se convierte en protesta contra la injusticia y la falta de libertad de expresión. Se pasa así de la sabiduría del rebaño a la sabiduría de las multitudes. A partir del instante catártico en que la mayoría de los ciudadanos hacen conciencia de su malestar generalizado, los 23 años de dictadura comienza a desmoronarse: el ejército acabó por darle la espalda al dictador, igual que el poderoso sindicato Unión General Tunecina del Trabajo (UGTT).
Mientras que la oposición política de Túnez desaprovechó la oportunidad de sumarse a las protestas civiles, quedando relegada en sus proclamas radicales, y el aparato religioso evitó comprometerse en las movilizaciones, donde nunca ondeó la bandera verde del Islam, los ciudadanos, que también son internautas, utilizaron la fuerza corrosiva de la web y experimentaron cómo el poder institucional más férreo y petrificado se disuelve cuando sus entresijos se exhiben a la luz pública, o más bien, se transmiten libremente por los anchos de banda. Y es que, como canta George Harrison en All Thing Must Pass: “A cloudburst doesn´t last all day”.
Mientras que la oposición política de Túnez desaprovechó la oportunidad de sumarse a las protestas civiles, quedando relegada en sus proclamas radicales, y el aparato religioso evitó comprometerse en las movilizaciones, donde nunca ondeó la bandera verde del Islam, los ciudadanos, que también son internautas, utilizaron la fuerza corrosiva de la web y experimentaron cómo el poder institucional más férreo y petrificado se disuelve cuando sus entresijos se exhiben a la luz pública, o más bien, se transmiten libremente por los anchos de banda. Y es que, como canta George Harrison en All Thing Must Pass: “A cloudburst doesn´t last all day”.
[1]Cabe reconocer que Al Jazzera Inglés cubrió detalla e imparcialmente la revuelta tunesina, echando mano de una cartografía de la violencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario