¿Puede
uno escapar del consumismo ramplón que domina a los nuevoleoneses? Muchos
jóvenes con más de cinco aros en las orejas y piercing en la ceja lo están
logrando. Otros, menos visualmente extremistas, se enfundan sudaderas con
capucha y discuten por Inbox el nuevo videojuego o desentrañan códigos
informáticos y protocolos TCP/IP.
Su
rebelión es individual, a su manera elitista, y contrarrestan los
comportamientos masivos de consumo, esos que se exhiben en San Agustín, Valle
Oriente o Palacio de Hierro, repleto de mujeres que visten, compran y hablan el
mismo idioma de la frivolidad.
La
clave de la diferencia juvenil frente al conformismo imperante está en evitar
el lujo uniformador, el consumo de ropa de marca, la asistencia a los
restaurantes tradicionales, la liberación del peso de las convenciones
sociales. ¿A qué joven le importó realmente ver sobre Calzada San Pedro o San
Jerónimo los anuncios de la obra de teatro “Un corazón normal”, con dos hombres
besándose? Lo único novedoso en este escándalo que orquestaron un grupo de
damas de San Pedro es que también ellas, tan santurronas y apolilladas, son
usuarias de Internet y tienen su cuenta en Facebook. ¡Benditas redes sociales!
La
contracultura juvenil existe en Monterrey. Y llegó para quedarse, con sus fiestas
rave, sus trueques de mercancía fetiche en los mercados rodantes, su
regionalización de la teoría queer, su afición a las carreras 5 y 10K, y sus
tatuajes de Bruce Lee o Don Ramón, lo mismo da.
Ante
este fenómeno social, lo destacable no son esos panorámicos con fotos de dos
hombres besándose – un tema que pasa desapercibido para la mayoría -- sino el
intento de los muchachos por diferenciarse; vegetarianos, veganos,
flexitarianos, seguidores del movimiento libre de gluten y de la compra de
productos orgánicos y regionales. Todos ellos ritos de iniciación a la vida,
algunos excesivos para mi gusto (como la obsesión compulsiva por las calorías y
la salud personal), pero respetables por su originalidad y su esfuerzo por
desarrollar destrezas creativas.
El
placer se ha sofisticado en Nuevo León; ha dejado de ser simple ostentación del
rango social o autoafirmación de prestigio clasista. Y puedo asegurar que la
actual televisión basura, sexista y vulgar, que tanto indigna, se extinguirá
como modelo de entretenimiento popular más rápidamente de lo que se piensa.
¿Se
acabará el consumismo regio? No. Pero habrá una mayor variedad de tendencias,
eBooks, apps, canales de televisión por cable, Netflix, Roku, incluso videos
pirata. Espero que aquellos que tenemos más de cuarenta años de vida, tal como
las beatas de San Pedro, nos alcancen los años para experimentar tantas
novedades y descifrar a dónde va esta explosión de innovación juvenil.
Incluyendo la posibilidad de ver panorámicos con fotos de estas beatas dándose
besos en sus bocas, con todo y sus largas y castas lenguas torciéndose en
placeres inconfesables.
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