28 enero 2015

Alejandro Jodorowsky: el charlatán encantador

Alejandro Jodorowsky es un charlatán encantador. Sus películas me aburren pero son objeto de culto. Sus cómic no los entiendo pero son entretenidos. Sus libros no tienen pies ni cabeza pero se leen de un tirón. Los regiomontanos saben que es un tipo simpático y accesible porque algunos han llegado a entablar amistad con él, desde que merodeó por Monterrey hace muchos años. Es de un trato tan cordial que muchos afortunados que hemos platicado con él de inmediato caímos rendidos ante su presencia seductora.
Sin embargo, es un charlatán. Todo lo encantador que se quiera, pero un charlatán. Y por lo tanto, un falsificador: transmite conocimiento fraudulento, cuentos disfrazados de hechos ciertos, mentiras que hace pasar por ciencia, falacias que finge verdades, conclusiones a las que arriba mediante falsas premisas. ¿Es Jodorowsky entonces, un sujeto deshonesto? Sin duda alguna. La psicomagia (supuesto descubrimiento suyo), carece del mínimo valor cultural. Su peculiar lectura del tarot (que él matiza como adivinación de tendencias, no como simple predicción) es pensamiento mágico en estado puro.
Ahora bien, tantas mentiras de Jodorowsky se disipan o pasan a segundo plano, si asumimos su pseudociencia como un juego supuestamente inofensivo. De hecho, una de sus obras de teatro se titula “El Juego que todos jugamos”. Muchos de nosotros, igual que este hechicero postmoderno, nos prestamos a la broma porque sabemos que somos testigos de la difusión de datos falsos.
Pero eso no le quita a Jodorowsky su carga de irresponsabilidad. No es un mentiroso inofensivo. Como todo charlatán, vende Fosfovitacal, medicina curalotodo, sin importar los efectos que provoca. Y muchos incautos lo compran con consecuencias graves para su salud. Su caso no sería excepcional. Otras inteligencias elevadas como Wilhelm Reich también inventaron cosas absurdas como el “orgon”, aparato que servía para acabar con múltiples enfermedades, hasta ser desenmascarado por la comunidad científica.
Me consta, porque fui testigo presencial, de enfermos desahuciados buscando ser atendidos mediante la psicogenealogía que inventó Jodorowsky, para extirparse el cáncer incurable, acabar con el trastorno mental de un pariente, o la afección cardiaca de un familiar. El remedio era el mismo: la programación del inconsciente, derivada supuestamente de nuestros antecesores que acaba por contaminar nuestra sangre, enajenar nuestro cerebro, ensuciar nuestros órganos internos. Jodorowsky no los curó; simuló curarlos mediante la desprogramación, sinónimo de un tipo de sanación espiritual que él denomina psicogenealogía. Finalmente, la culpa la tuvo nuestro tatarabuelo.
¿Pero por qué llega a ser peligroso el método curativo de Jodorowsky? Porque compite con la ciencia, pretende deslegitimar la auténtica investigación científica y hace perder tiempo a enfermos de cáncer que aún no sufren metástasis, o esquizofrénicos que se creen curados porque Jodorowsky les ordenó romper tres varas de nardo y luego sepultarlas en el jardín florido de una casa vecina. La desesperación de ver a nuestro familiar aliviado nos provoca falsas esperanzas, nos hace despilfarrar recursos y caer en la trampa (a veces mortal) de la pseudociencia. Los males psicosomáticos existen, pero lo mental no lo es todo.

Por supuesto, Jodorowsky tendrá sus defensores acérrimos; son esas mismas personas de buena fue que prefieren creen en vez de investigar, que sobreponen la astrología a la astronomía, la excepción a la regla y el Fosfovitacal al medicamento patentado. En ese mundo invertido, donde el milagro sustituye a los hechos probados, Alejandro Jodorowsky manda como un viejo y carismático rey-vidente-brujo-sanador; un rey que, en su vida privada no dudaría nunca en mandar su carro descompuesto a un taller mecánico, antes que pretender repararlo mediante rituales mágicos y conjuros milenarios, a los que son tan afectos sus millones de fieles creyentes.

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