11 diciembre 2014

¿Cómo nacen los monopolios en México?

Son frecuentes las críticas en contra del gran poder de varios corporativos empresariales privilegiados en México: Televisa y Telmex entre otros.  A eso se le llama capitalismo clientelista. La opinión pública apunta que en nuestro país el escenario comercial es injusto y en muchas áreas apenas existe la libre competencia.

Las soluciones a este problema suelen girar en torno a una misma propuesta: el gobierno tiene que incrementar su injerencia en la economía. “Ponerle más dientes” como se dice ahora ridículamente. Se cree que con más poder, el gobierno estará al tú por tú con las grandes corporaciones y podrá controlarlas mejor.

La explicación de esta propuesta es muy simple: a diferencia de Telmex, por ejemplo, el gobierno defiende los intereses del pueblo, y si no es así es porque los actuales gobernantes no son aptos para estar el frente del aparato público. Conclusión: basta con reemplazar a la clase gobernante por otra más honesta para que el Estado responda mejor a los intereses de la mayoría y acabe con los monopolios.

Sin embargo, esta solución es la causa del problema. En realidad, las grandes empresas modernas, los grandes monopolios como Telmex han nacido a expensas del gobernante en turno, es decir, son inventadas por éste último. Cada Presidente de la República escoge a sus empresarios favoritos, quienes reciben los mejores créditos, los más jugosos contratos y los nexos con el poder político más convenientes para hacer negocios.

Las empresas sexenales favoritas suelen crearlas un gobierno federal dedicado en buena medida a la mera distribución de favores, a fijar inequitativas reglas del juego económico y a subsidiar a las empresas de su predilección.  Al “monstruo frío del Estado”, como lo definió Nietzsche, le gusta parir hijos que más tarde serán sus parricidas.

El final de este contubernio ilegal siempre es el mismo: las grandes empresas, inventadas por el propio gobierno, terminan cabildeando en su propio beneficio las regulaciones que impone el Poder Legislativo. ¿Quién sale perdiendo en este caso? Las medianas y pequeñas empresas que sí tienen que ajustarse a leyes económicas cocinadas “ad hoc” para las corporaciones gigantes, lo que las lleva a la quiebra prematura, a limitar su expansión y en muchos casos, a no empezar siquiera a operar comercialmente.

Está comprobado que a las empresas con menos de 20 empleados les cuesta 50% más recursos cumplir con las regulaciones que les fija la Secretaría de Hacienda, de lo que les cuesta proporcionalmente a las grandes compañías con 500 o más empleados. De manera que en la economía mexicana, el suelo no es parejo para todos los emprendedores.


En otras palabras, mientras el gobierno fomenta el éxito de grandes corporativos como Telmex, perjudica a las pequeñas empresas y desalienta la creación de otras nuevas. Así, se olvida que un derecho no es lo que la autoridad te debe dar, sino lo que nadie te debe quitar. Pero en México esta máxima sólo es lujo de algunos privilegiados que exigen la libre competencia en todos los negocios, menos en el suyo, donde quieren monopolio asegurado.              

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