México es el país de los free-riders.
La gente celebra al espectador que se cuela sin pagar en las salas de cine, al
usuario que no deposita la tarifa en el camión urbano, a la familia que pone
“changos” en su casa para ahorrarse electricidad, al gorrón que cena en una
boda sin ser invitado por los novios, al cliente que huye de un bar sin pagar
la cuenta. Más jocoso será el individuo que se beneficia de un bien público
pero que no está dispuesto a pagar por él: líderes sindicales que no aportan
las cuotas a su central obrera (pero derrochan las de sus afiliados),
directivos de la CFE que no pagan el consumo eléctrico en sus casas, los amigos
del alcalde exentos del predial.
Tan común es el colado, el polizón, el vivales, que el
compositor Chava Flores le dedicó una canción famosa: “Los gorrones”. A lo
largo de varias estrofas, el anfitrión del jolgorio interroga al desconocido:
“a ver, explíquese, ¿cómo se metió usted?”. Y el desconocido le contesta
ingenioso: “Yo soy amigo de la hermana de un señor que no vino a la fiesta”. El
humor como vacuna contra la equidad, la gracia para no afrontar la parte justa
del costo de un servicio. Tin Tan
burlando al inspector que le exige su boleto de pasajero en el ferrocarril.
Se supone que el gobierno es el principal vigilante de la
equidad en la prestación de bienes de consumo colectivo, producidos para todos.
El Estado es responsable de sancionar a quien se excede en el uso de un recurso
de propiedad común o quien roba un bien particular. La autoridad pública
restaura cualquier desviación en la asignación pareja de recursos entre la
población. Legalmente, el gorrón, el vivales, el polizón, el colado, merece ser
sancionado proporcionalmente al abuso del bien público que comete, o al bien
que roba del patrimonio de otro particular.
¿Pero qué pasa cuando el peor free-rider es el propio servidor público? ¿cuando el mayor vivales
es un político? ¿cuando el polizón de un barco es el propio capitán del navío?
Algunos teóricos suponen que el free-rider
es un “fallo del mercado”, cuando en realidad es el principal “fallo del
gobierno”. Un Estado es una organización que provee de bienes públicos a sus
miembros, pero en la práctica, muchos burócratas se benefician privilegiadamente
de esos bienes. El alto jerarca gubernamental no suele pagar servicios básicos;
un gobernador cuenta ahora con más de 100 agentes de seguridad personal, avión
y helicóptero, vehículos blindados, decenas de asistentes a su servicio y al de
su familia. Bienes públicos utilizados como bienes privados.
No hay comentarios:
Publicar un comentario